Arkaitz era natural del pueblo vizcaíno de Elorrio, tenía 36 años y salía de prisión este próximo mes de mayo.
Desde su ingreso carcelario en el año 2.000 fue seguido de cerca tanto por los responsables políticos (cargos administrativos) como prácticos (carceleros) y le propinaron tres palizas, que denunció firme y oportunamente, teniendo lugar la última de ellas en marzo del año pasado en la prisión de Sevilla.
Pero, ¿por qué decimos que el papel del Estado español en su muerte fue ya no circunstancial, sino decisivo? Pues porque en primer lugar, no es habitual (salvo en el caso de los presos políticos vascos, comunistas, antifascistas y gallegos) el que estando condenados por acciones como las que llevaron a prisión a Arkaitz (quemar un autobús) se les mantenga en primer grado. Esa es una regla de excepcionalidad que, en contra de lo que se pudiera creer, en lugar de excepción, es norma, no siendo esta (ni mucho menos) el único ejemplo posible.
En segundo lugar, el elorrioarra debería de haber sido liberado hace 3 años, al cumplir las tres cuartas partes de la condena.
En tercer lugar, al estar en primer grado, se encontraba aislado de los demás compañeros de su colectivo, así como de la totalidad de presos políticos con los que pudiera coincidir, ,dato que es más importante de lo que pudiera parecer en un primer momento, ya que de haber estado con estos hubieran podido avisar a los servicios médicos de que no se sentía bien y, tal vez, se hubiera podido hacer algo. Al estar, como decimos, aislado, fue encontrado en el recuento que se hizo después de comer, no sabiendo cuál ha sido el periodo de tiempo que pasó desde su malestar inicial hasta que fue hallado sin vida.
Y en cuarto lugar, Arkaitz se encontraba a 1.000 kilómetros de su querida Euskal Herria, dato este que convierte cada viaje de los familiares para visitarlo en un riesgo continuo y elevado de accidente (dada la lejanía entre su localidad natal y la cárcel), incrementando la ya de por sí elevada tensión diaria del elorrioarra.
Si sumamos todas, aislamiento, lejanía de su hogar, tres severas palizas y el riesgo de que en cualquier momento se pudiese producir una cuarta, la impunidad que tienen los ejecutores de las mismas, las mil y una provocaciones para evitar un desarrollo de la convivencia mínimamente normalizado, pues es fácil de comprender que pese a su edad de 36 años no estaba en unas condiciones óptimas para la vida.
Es por todo esto que no nos creemos la versión oficial de "muerte natural", por más que en la autopsia no se detecten pruebas de una muerte inducida. Creemos que las circunstancias recién señaladas hablan por sí mismas.
Por otra parte, el eufemismo "muerte natural" se ha demostrado falso en varias ocasiones. No hay más que recordar los casos del militante de ETA Joseba Arregi, muerto reventado en salvajes torturas en las que participaron 73 policías el 13 de febrero de 1981, habiendo sido detenido el 4 de febrero; la muerte el 6 de septiembre de 1980 del simpatizante del PCE (R) José España Vivas en idénticas circunstancias; la muerte de la también militante de ETA Gurutze Iantzi en 1996, (se pueden ver las fotos de su cuerpo en el ataúd enhttp://www.forocomunista.org/viewtopic.php?f=2&t=1388&start=310 ) todas ellas presentadas a la opinión pública con la consabida excusa de "muerte natural”. De manera que a nadie medianamente consciente le pueden ya colar ese cuento.
Nosotros, desde la RBC, nos unimos a las manifestaciones de dolor de la clase y pueblo trabajadores vascos y animamos a denunciar la criminal política de dispersión y a pelear sin tregua por la amnistía total para todos los presos políticos.
!Agur eta ohore, Arkaitz!
!Adiós y honor, Arkaitz!
!Gogoan Zaitugu!
!Te recordamos!
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