martes, febrero 18, 2014

Mao y la defensa de Stalin

Tomado de la obra de Jose Sotomayor Pérez ¿Leninismo o maoismo?

FARISAICA DEFENSA DE STALIN

La postura de los dirigentes del PCCh frente al «Discurso Secreto de Jruschov», hizo
pensar a muchos que los comunistas chinos eran defensores leales de la primera
experiencia histórica de la dictadura del proletariado y de Stalin en persona. No
fuimos pocos los que, por esta razón, nos inclinamos al lado de Pekín los años que
el PCCh polemizó con el PCUS y el Movimiento Comunista Internacional.
En los documentos del PCCh y en la folletería de los dirigentes chinos se cita con
frecuencia a Stalin junto a Marx, Engels y Lenin. En la RPCh los retratos de Stalin
siguen al lado de los de sus 3 antecesores. Todo, esto, sin embargo, no es suficiente
para conocer la verdadera posición del maoísmo: frente a Stalin.
En realidad, la defensa que los líderes pekineses hacen de Stalin tiene un carácter
demagógico y farisaico. Hoy se conocen documentos del PCCh y escritos del propio
Mao Tze Dong que han sido publicados, unos a la muerte de éste y otros con motivo
de la «revolución cultural». Son instrumentos probatorios de que el maoísmo
tiene dos posiciones frente a Stalin: una real pero oculta; y otra falsa fingida, hecha
para la exportación, como arma de combate contra el PCUS.
La contribución de la Internacional Comunista y de Stalin en la elaboración de
la estrategia de la revolución china, su caracterización y desarrollo, son hechos
objetivos que no se pueden borrar de la historia, Tampoco pueden ser falsificados
gratuitamente como lo hacen los dirigentes chinos.
Tanto en lo que concierne a la revolución china, como en lo referente a la edificación
del socialismo, Mao Tze Dong y su grupo han sostenido y sostienen puntos
de vista radicalmente distintos a los que sostuvo Stalin. Es más, calumnian a éste
atribuyéndole toda clase de errores. Por eso, no hay un mínimo de honestidad en
su cacareada defensa del sucesor de Lenin.
Veamos qué dice Mao Tze Dong de la posición de Stalin durante el desarrollo de la
revolución china: «De él provienen tanto el aventurerismo de izquierda de Wang
Ming en la última fase de la guerra civil revolucionaria, como su oportunismo de
derecha en la fase inicial de la guerra de resistencia contra el Japón. En el período
de la Guerra de Liberación, Stalin comenzó por prohibirnos hacer la revolución,
afirmando que si estallaba una guerra civil, la nación china se encontraría bajo
amenaza de la ruina. Iniciada la guerra, creyó sólo a medias en nuestra fuerza. Al
triunfo de la guerra, tuvo la sospecha de que la nuestra era una victoria al estilo
Tito y ejerció en los años 1949-1950, una presión muy grande sobre nosotros».
Resulta, pues, que Stalin —según Mao— fue responsable directo de todas las
desviaciones que se presentaron en el PCCh; prohibió hacer la revolución china;
cuando ésta comenzó dudó de su triunfo y cuando triunfó sospechó que no sería
una verdadera revolución socialista. En otras palabras, Stalin sólo atinó a dar
orientaciones y consejos erróneos a los dirigentes chinos y a ejercer presiones
malsanas durante todo el curso de la revolución china, Estas afirmaciones de Mao
constituyen una burda falsificación de la historia; nunca podrán respaldarse con
pruebas; son simples invenciones para atribuirse él mismo todos los méritos en la
dirección de la revolución china. Se trata de patrañas que armonizan plenamente
con las bien conocidas pretensiones pekinesas de escribir la historia de la revolución
china como la historia personal de Mao Tze Dong.
En su famosa campaña para «la ordenación del estilo», del año de 1942, Mao
propuso sustituir el leninismo por el maoísmo, alegando que la doctrina de Lenin
era el «marxismo ruso», inservible para conocer el carácter de la revolución china
y dirigirla correctamente; declaró que la asistencia y orientación dada por la Internacional
Comunista a la revolución china había sido totalmente errónea, y por
último que la ayuda prestada por la Unión Soviética y el PC (b) de la URSS al PCCh
no sólo había sido ineficaz sino perjudicial.
En el Capítulo I, nos hemos referido a las desviaciones de Mao Tze Dong en todo
el curso de la revolución china. Hemos visto sus andanzas aventureras ultraizquierdistas
al lado de Li Li san, después de haber compartido los puntos de vista
derechistas de Chen Tu siu. También nos hemos referido a sus confesiones en
torno a su total desconocimiento de la sociedad, la nación y la revolución: china,
cuando ya era miembro del Comité Centra del PCCh. Si en tales condiciones, la
Internacional Comunista y Stalin en persona no hubieran prestado el apoyo político
necesario al PCCh, comenzando por esclarecer y establecer cuál era el carácter
de la revolución china, qué objetivos debía perseguir, a quiénes debía golpear y
en quiénes debía apoyarse es imposible concebir el triunfo de la revolución china.
«Desnudos» en conocimientos, ¿en cuánto tiempo hubieran hecho, solos, ese
aprendizaje los dirigentes chinos?
Si las «sospechas» de Stalin con relación al futuro de la revolución china son ciertas,
ellas se han justificado plenamente. El curso que el maoísmo ha imprimido
al proceso revolucionario en la RPCh, ha alejado a este país del campo socialista.
El «comunismo cuartelero» de Mao, se ha convertido en aliado del imperialismo.
Mao culpa a Wang Ming de ser el portador y vehículo de las desviaciones de «izquierda» y «derecha» de Stalin. Esto no es casual: Wang Ming, tenía formación
internacionalista y era miembro del Secretariado Político del Comité Ejecutivo de
la Internacional Comunista. Mao lo calificó de «principal representante del marxismo
ruso y de la línea de la Internacional Comunista en el PCCh». Incluyó a todos
los militantes comunistas chinos que habían estudiado en la URSS en el llamado
«grupo prosoviético y dogmático de Wang Ming».
Los dirigentes chinos defienden de palabra a Stalin, pero en los hechos lo calumnian
y lo vejan. ¿Cómo puede ser «un gran marxista leninista», quien cometió toda
clase de errores, prohibió hacer la revolución y ejerció presiones perniciosas?
En sus comentarios a los «Problemas Económicos del Socialismo en la URSS» de
Stalin, Mao Tze Dong, toma una posición abiertamente antistaliniana. «Stalin —
dice— no destaca más que la tecnología y los dirigentes técnicos. No quiere nada
que no sea la técnica y los dirigentes. Ignora la política y las masas. También
aquí es unilateral». Y agrega «Stalin no ha encontrado ni el método adecuado ni
el camino bueno que conducen del capitalismo al socialismo y del socialismo al
comunismo. PARA EL ESTE ES UN ASUNTO MUY EMBARAZO.
Por las publicaciones que hicieron los «guadias rojos», durante la «revolución cultural» se sabe que Mao calificó a Stalin de metafísico y que acusó de haber sido el
causante del estancamiento del marxismo leninismo en la Unión Soviética desde
1935, año de la Conferencia de Dsunyi que pone al «gran timonel», en la dirección
del PCCh.
Según el maoísmo entre Trotski y Stalin no había mayor diferencia. «Ahora bien
—dice el maoísta Kostas Mavrakis— Trotski compartía las premisas teóricas de
donde surgían los errores de Stalin. ¿Cómo podía hacer una crítica válida? Ambos
reducían la construcción del socialismo al desarrollo de las fuerzas productivas
materiales; negaban que pudiera haber burguesía sin propiedad privada de los
medios de producción; ignoraban la distinción entre contradicciones antagónicas
y no antagónicas, en el seno del pueblo, y entre el pueblo y sus enemigos. Se situaban
en el mismo terreno, planteaban los mismos falsos problemas, solo divergía
en las respuestas. Para uno, el enemigo era la «burocracia bonapartista; para el
otro los agentes enviados por el cerco capitalista».
En este pasaje se resumen los últimos puntos de vista del maoísmo sobre Stalin,
dados a conoce durante los años de la «revolución cultural». Para Pekín, en última
instancia el verdadero causante de lo que llama «la restauración del capitalismo
en URSS», es Stalin; es él quien dirigió la construcción «deformada del socialismo», planteando «falsos problemas».
Impugnar la experiencia soviética y ofrecer a los pueblos del mundo la experiencia
china, con única alternativa, no puede concordar objetivamente con una leal
defensa de Stalin. Tal «defensa» resulta pura hipocresía, farsa, maniobra maquiavélica.
Pekín necesita cargar a la cuenta de Stalin toda clase de errores y reducir
al mínimo sus méritos, con el fin de justificar la prolongada y enconada oposición
de Mao Tze Dong a la Internacional Comunista; su chovinismo antisoviético y sus
«grandes saltos» aventureros.
Para que Mao aparezca como un gigante, los dirigentes chinos se empecinan en
presentarnos un Stalin disminuido. Creen que en esta forma quedará demostrado
que «ninguno de los marxistas leninistas precedentes dirigió personalmente, en
primera línea, tantas importantes campañas políticas y militares como el Presidente
Mao, ni experimentó una lucha tan prolongada, complicada, violenta y multifacética
como el Presidente Mao... ¿Dónde se puede encontrar en la Antigüedad
o en nuestro tiempo, en China o en el extranjero una teoría de tan alto nivel o un
pensamiento tan maduro como el pensamiento del Presidente Mao?».
No tenemos necesidad de refutar esta divertida mezcla de fatuidad e ignorancia,
fruto de la adulonería de los secuaces de Mao durante los años de la «revolución
cultural».
Los auténticos puntos de vista de Mao Tze Dong y su grupo sobre Stalin fueron
escondidos durante largo tiempo; pero ahora que se les conoce, ya nadie puede
dudar que los objetivos perseguidos por la dirigencia china con su mentirosa
«defensa de Stalin», no fueron otros que sembrar el desconcierto en las filas del
Movimiento Comunista Internacional y alimentar el antisovietismo. Pekín utiliza
a Stalin como cobertura de todas las traiciones de la dirigencia china.

Comunicado de RBC ante el fallecimiento del preso político vasco Arkaitz Bellón Blanco

Desde la Red de blogs comunistas (RBC), a la par que mostramos nuestro sufrimiento e ira causados por la muerte en la cárcel gaditana de Puerto del preso político vasco Arkaitz Bellón, manifestamos también nuestro respeto y condolencias a sus familiares y amigos, y condenamos y denunciamos firmemente el papel directo que el Estado ha tenido en el fatal desenlace.

Arkaitz era natural del pueblo vizcaíno de Elorrio, tenía 36 años y salía de prisión este próximo mes de mayo.



Desde su ingreso carcelario en el año 2.000 fue seguido de cerca tanto por los responsables políticos (cargos administrativos) como prácticos (carceleros) y le propinaron tres palizas, que denunció firme y oportunamente, teniendo lugar la última de ellas en marzo del año pasado en la prisión de Sevilla.

Pero, ¿por qué decimos que el papel del Estado español en su muerte fue ya no circunstancial, sino decisivo? Pues porque en primer lugar, no es habitual (salvo en el caso de los presos políticos vascos, comunistas, antifascistas y gallegos) el que estando condenados por acciones como las que llevaron a prisión a Arkaitz (quemar un autobús) se les mantenga en primer grado. Esa es una regla de excepcionalidad que, en contra de lo que se pudiera creer, en lugar de excepción, es norma, no siendo esta (ni mucho menos) el único ejemplo posible.

En segundo lugar, el elorrioarra debería de haber sido liberado hace 3 años, al cumplir las tres cuartas partes de la condena.

En tercer lugar, al estar en primer grado, se encontraba aislado de los demás compañeros de su colectivo, así como de la totalidad de presos políticos con los que pudiera coincidir, ,dato que es más importante de lo que pudiera parecer en un primer momento, ya que de haber estado con estos hubieran podido avisar a los servicios médicos de que no se sentía bien y, tal vez, se hubiera podido hacer algo. Al estar, como decimos, aislado, fue encontrado en el recuento que se hizo después de comer, no sabiendo cuál ha sido el periodo de tiempo que pasó desde su malestar inicial hasta que fue hallado sin vida.

Y en cuarto lugar, Arkaitz se encontraba a 1.000 kilómetros de su querida Euskal Herria, dato este que convierte cada viaje de los familiares para visitarlo en un riesgo continuo y elevado de accidente (dada la lejanía entre su localidad natal y la cárcel), incrementando la ya de por sí elevada tensión diaria del elorrioarra.

Si sumamos todas, aislamiento, lejanía de su hogar, tres severas palizas y el riesgo de que en cualquier momento se pudiese producir una cuarta, la impunidad que tienen los ejecutores de las mismas, las mil y una provocaciones para evitar un desarrollo de la convivencia mínimamente normalizado, pues es fácil de comprender que pese a su edad de 36 años no estaba en unas condiciones óptimas para la vida.

Es por todo esto que no nos creemos la versión oficial de "muerte natural", por más que en la autopsia no se detecten pruebas de una muerte inducida. Creemos que las circunstancias recién señaladas hablan por sí mismas.

Por otra parte, el eufemismo "muerte natural" se ha demostrado falso en varias ocasiones. No hay más que recordar los casos del militante de ETA Joseba Arregi, muerto reventado en salvajes torturas en las que participaron 73 policías el 13 de febrero de 1981, habiendo sido detenido el 4 de febrero; la muerte el 6 de septiembre de 1980 del simpatizante del PCE (R) José España Vivas en idénticas circunstancias; la muerte de la también militante de ETA Gurutze Iantzi en 1996, (se pueden ver las fotos de su cuerpo en el ataúd enhttp://www.forocomunista.org/viewtopic.php?f=2&t=1388&start=310 ) todas ellas presentadas a la opinión pública con la consabida excusa de "muerte natural”. De manera que a nadie medianamente consciente le pueden ya colar ese cuento.

Nosotros, desde la RBC, nos unimos a las manifestaciones de dolor de la clase y pueblo trabajadores vascos y animamos a denunciar la criminal política de dispersión y a pelear sin tregua por la amnistía total para todos los presos políticos.


!Agur eta ohore, Arkaitz!
!Adiós y honor, Arkaitz!
!Gogoan Zaitugu!
!Te recordamos!

COMUNICADO DE RBC SOBRE LA CRISIS ECONÓMICA Y LOS RECORTES SOCIALES CONTRA LOS TRABAJADORES

Actualmente estamos pasando por una coyuntura en la que el capitalismo imperialista ha desatado un ataque brutal, en forma de recortes sociales, derechos y libertades, contra los trabajadores, los pobres y los oprimidos de todo el mundo. 

Arrastrando a la miseria y condenando a la pobreza a la mayoría, se apunta a la progresiva pauperización y esclavización del proletariado y las clases populares.

Actualmente, se está experimentando, mucho más gravemente que antes, la descomposición de la salud y la educación pública, los despidos y los recortes salariales, los recortes de todo tipo de derechos sociales y laborales, el saqueo de la riqueza pública y la represión militarizada y un nuevo auge del fascismo. A esta espiral de agresiones contra la clase trabajadora se le suma, especialmente en países como España, el desafío al derecho capitalista supuestamente “sagrado” de la propiedad privada, y miles de familias obreras y marginadas están sufriendo la expulsión de sus hogares por no poder hacer frente a la estafa hipotecaria. 

La burguesía ha iniciado una campaña en la que da vuelta tras vuelta de tuerca sobre la opresión y explotación de los trabajadores y oprimidos de todo el mundo, iniciada pocos años después de la caída de la Unión Soviética, que sirvió de freno a los desmanes de la barbarie capitalista después de la Segunda Guerra Mundial hasta finales del siglo XX.

Se trata de un auténtico bombardeo en el que el desempleo, los recortes, la miseria, los desahucios, las privatizaciones, leyes mordaza, carestía de productos básicos, emigración masiva y, en definitiva, aumento de la explotación en todos los sentidos, son las bombas lanzadas cada vez más intensamente contra la clase obrera y los más desprotegidos. 

Por otro lado, nunca antes en la historia la sociedad había alcanzado este nivel de superproducción de bienes materiales, como el que hoy ha sumido al sistema capitalista en la más catastrófica crisis económica de toda su existencia, y de la cual pretenden salir, tal y como ya anunciaba Marx en sus análisis, a costa del reajuste de la tasa de beneficios obtenida con el aumento de la explotación a la clase productora, a los trabajadores. La crisis económica, cuyos responsables son los propios capitalistas, afecta dramáticamente a las clases populares de todo el mundo mientras que, al contrario, aumenta los beneficios a los explotadores

Los planes anticrisis de la burguesía imperialista, como sabemos, los grandes responsables del desastre, pasan por utilizar el dinero público en su propio beneficio –léase los impuestos tributados sobre todo por los trabajadores – y recortar el gasto social –es decir, rebajar los salarios, supresión de prestaciones, aumento de impuestos, etc.…–. El objetivo es, en contradicción con el propio dogma que ha justificado siempre a la barbarie capitalista, la libre competencia de capitales, “rescatar” o “salvar” a los gigantescos grupos empresariales monopolistas, principalmente financieros, y resolver con el dinero público los problemas provocados por la crisis a los grandes capitalistas.

Esto significa una nueva redistribución regresiva del ingreso, que viene en marcha y sin interrupciones desde la década los ‘80. Lo que los capitalistas, en la cúspide de la sociedad actual, pretenden acentuar es el control sobre el ingreso total y eliminar así cualquier tipo de posibilidad de independencia o de resistencia (la más mínima “previsión”) a las crisis por parte de las clases populares. Se trata de una progresiva y cada vez más extendida racionalización de la vida y sobrevida de los trabajadores, que se traduce como ya es sabido en las presiones que originan los niveles cada vez más alarmantes de desempleo, pobreza, desnutrición y hambre, que son vistos no como tragedia por las clases dominantes, sino arietes para presionar contra el salario, lo que denomina la burguesía internacional como “costes” cuya reducción, se sabe, implica un empobrecimiento de consecuencias funestas para el pueblo trabajador, con el incremento de la violencia callejera subsiguiente por los elementos de la delincuencia más baja, que agregan al trabajador, del riesgo de estos días de morirse de hambre, el de recibir un disparo o cualquier tipo de agresión por parte de los despojos sociales que solo pueden anidar con el colapso social en ciernes.

Todo ello está provocando que se vaya agotando la paciencia de los trabajadores y de los oprimidos, a la vez que crece el odio de clase hacia el capitalismo y la burguesía. Poco a poco, se abre paso la rebelión de los asalariados del mundo en multitudinarias movilizaciones, huelgas, paros generales, levantamientos contra las consecuencias crisis, contra los “planes de salvación”, contra el sistema mundial de la explotación de una clase parásita minoritaria sobre la mayoría trabajadora. Día a día se siente el nuevo despertar del movimiento obrero frente a un sistema que no es capaz, o al que ya no le interesa, de mantener el supuesto bienestar con el que se había ganado a la clase obrera mientras existió la Unión Soviética, y que hoy está cada vez más asfixiada por el creciente coste de manutención de la élite capitalista.

Sin embargo, ante este panorama que naturalmente debería provocar la reacción de la clase trabajadora, se han constatado dos cuestiones de suma crudeza: 

Por una parte, la debilidad y fragmentación del Movimiento Comunista Internacional y la ausencia organizativa de referentes revolucionarios y consecuentes con capacidad para dar respuesta a esta situación. Es decir, de un partido de vanguardia verdaderamente revolucionario.

Por otra parte, que ni el reformismo-revisionismo ni sus sindicatos y organizaciones han sido capaces de organizar una mínima respuesta a la guerra de la burguesía contra la clase obrera. Al contrario, han cumplido a la perfección su papel de servidores de los intereses de la gran burguesía, como colchón de contención del malestar popular.

Hoy la clase obrera y los trabajadores del mundo deben tomar conciencia de su grave situación, de la creciente agresión a la que la burguesía les somete, del retroceso continuo a los tiempos del más vil capitalismo y de la esclavitud y, sobre todo, de la necesidad de prepararse para la lucha a muerte que ha de iniciar para derribar este sistema criminal. 

Poco a poco, los derechos que fueron conquistados gracias a la sangre derramada por héroes anónimos de la clase obrera en dura lucha contra la explotación, está en peligro.

La única solución para que la resistencia de la clase trabajadora sea eficaz contra la barbarie es la rebelión organizada contra el sistema capitalista imperialista, la asunción de la necesidad de volver a tomar el cielo por asalto. 


Hoy, más que nunca, es necesaria una nueva Revolución, la destrucción definitiva y total del estado capitalista y su sustitución por un estado obrero, en el que sean estos últimos, los productores de la riqueza, la clase dominante, y en la que las decisiones políticas y económicas estén en su mano. 

Para ello, el Movimiento Comunista Internacional (MCI) necesita depurarse del colosal montón de basura reformista y revisionista que alberga en su interior y que acrecienta la confusión y la dispersión actual, buscándose la unidad de todos aquellos que crean en la teoría y la práctica revolucionaria de nuestros antecesores en el camino marxista-leninista, en la lucha por alcanzar el sueño comunista , aplicando la autocrítica obligatoria de todo aquel que así se considere, y buscando la adaptación de las teorías revolucionarias a las circunstancias cambiantes históricas actuales.

Es necesario, y en ese objetivo está la Red de Blogs Comunistas, buscar principios comunes, huir de los sectarismos y dogmatismos, y luchar unidos, en una acción revolucionaria común, para conseguir el objetivo final: la emancipación de los trabajadores, la destrucción del capitalismo y de la clase privilegiada y la construcción de una sociedad y un estado socialista para llegar en un futuro no muy lejano al horizonte del comunismo.

viernes, febrero 14, 2014

Stalin: La cuestión nacional (1924)

Capítulo 6 de Los fundamentos del leninismo de Stalin


Analizaré dos cuestiones fundamentales de este tema:
a) planteamiento de la cuestión,
b) el movimiento de liberación de los pueblos oprimidos y la revolución proletaria.
1) Planteamiento de la cuestión. Durante los dos últimos decenios, la cuestión nacional ha sufrido una serie de cambios muy importantes. La cuestión nacional del período de la II Internacional y la cuestión nacional del período del leninismo distan mucho de ser lo mismo. No sólo se diferencian profundamente por su extensión, sino por su carácter interno.
Antes, la cuestión nacional no se salía, por lo común, de un estrecho círculo de problemas, relacionados principalmente con las nacionalidades "cultas". Irlandeses, húngaros, polacos, finlandeses, servios y algunas otras nacionalidades europeas: tal era el conjunto de pueblos sin plenitud de derechos por cuya suerte se interesaban los personajes de la II Internacional. Los pueblos asiáticos y africanos, decenas y centenares de millones de personas-, que sufren la opresión nacional en su forma más brutal y más cruel, quedaban generalmente fuera de su horizonte visual. No se decidían a poner en un mismo plano a los blancos y a los negros, a los pueblos "cultos" y a los "incultos". De dos o tres resoluciones vacuas y agridulces, en las que se eludía cuidadosamente el problema de la liberación de las colonias, era todo de lo que podían vanagloriarse los personajes de la II Internacional. Hoy, esa doblez y esas medias tintas en la cuestión nacional deben considerarse suprimidas. El leninismo ha puesto al desnudo esta incongruencia escandalosa, ha demolido la muralla entre los blancos y los negros, entre los europeos y los asiáticos, entre los esclavos "cultos" e "incultos" del imperialismo, y con ello ha vinculado la cuestión nacional al problema de las colonias. Con ello, la cuestión nacional ha dejado de ser una cuestión particular e interna de los Estados para convertirse en una cuestión general e internacional, en la cuestión mundial de liberar del yugo del imperialismo a los pueblos oprimidos de los países dependientes y de las colonias.
Antes, el principio de la autodeterminación de las naciones solía interpretarse desacertadamente, reduciéndolo, con frecuencia, al derecho de las naciones a la autonomía. Algunos líderes de la II Internacional llegaron incluso a convertir el derecho a la autodeterminación en el derecho a la autonomía cultural, es decir, en el derecho de las naciones oprimidas a tener sus propias instituciones culturales., dejando todo el Poder político en manos de la nación dominante. Esta circunstancia hacía que la idea de la autodeterminación corriese el riesgo de transformarse, de un arma para luchar contra las anexiones, en un instrumento para justificarlas. Hoy, esta confusión debe considerarse suprimida. El leninismo ha ampliado el concepto de la autodeterminación, interpretándolo como el derecho de los pueblos oprimidos de los países dependientes y de las colonias a la completa separación como el derecho de las naciones a existir como Estados independientes. Con ello, se eliminó la posibilidad de justificar las anexiones mediante la interpretación del derecho a la autodeterminación como derecho a la autonomía. El principio mismo de autodeterminación, que en manos de los socialchovinistas sirvió, indudablemente, durante la guerra imperialista, de instrumento para engañar a las masas, convirtióse, de este modo, en instrumento para desenmascarar todos y cada uno de los apetitos imperialistas y maquinaciones chovinistas, en instrumento de educación política de las masas en el espíritu del internacionalismo.
Antes, la cuestión de las naciones oprimidas solía considerarse como una cuestión puramente jurídica. Los partidos de la II Internacional se contentaban con la proclamación solemne de "la igualdad de derechos de las naciones" y con innumerables declaraciones sobre la "igualdad de las naciones", encubriendo el hecho de que, en el imperialismo, en el que un grupo de naciones (la minoría) vive a expensas de la explotación de otro grupo de naciones, la "igualdad de las naciones" es un escarnio para los pueblos oprimidos. Ahora, esta concepción jurídica burguesa de la cuestión nacional debe considerarse desenmascarada. El leninismo ha hecho descender la cuestión nacional, desde las cumbres de las declaraciones altisonantes, a la tierra, afirmando que las declaraciones sobre la "igualdad de las naciones", si no son respaldadas por el apoyo directo de los partidos proletarios a la lucha de liberación de los pueblos oprimidos, no son más que declaraciones hueras e hipócritas. Con ello, la cuestión de las naciones oprimidas se ha convertido en la cuestión de apoyar, de ayudar, y de ayudar de un modo real y constante, a las naciones oprimidas en su lucha contra el imperialismo, por la verdadera igualdad de las naciones, por su existencia como Estados independientes.
Antes, la cuestión nacional se enfocaba de un modo reformista, como una cuestión aislada, independiente, sin relación alguna con la cuestión general del Poder del capital, del derrocamiento del imperialismo, de la revolución proletaria. Dábase tácitamente por supuesto que la victoria del proletariado de Europa era posible sin una alianza directa con el movimiento de liberación de las colonias, que la cuestión nacional y colonial podía resolverse a la chita callando, "de por sí", al margen de la vía magna de la revolución proletaria, sin una lucha revolucionaria contra el imperialismo. Ahora, este punto de vista antirrevolucionario debe considerarse desenmascarado. El leninismo demostró, y la guerra imperialista y la revolución en Rusia lo han corroborado, que el problema nacional sólo puede resolverse en relación con la revolución proletaria y sobre la base de ella; que el camino del triunfo de la revolución en el Occidente pasa a través de la alianza revolucionaria con el movimiento de liberación de las colonias y de los países dependientes contra el imperialismo. La cuestión nacional es una parte de la cuestión general de la revolución proletaria, una parte de la cuestión de la dictadura del proletariado.
La cuestión se plantea así: ¿se han agotado ya las posibilidades revolucionarias que ofrece el movimiento revolucionario de liberación de los países oprimidos o no se han agotado? Y si no se han agotado, ¿hay la esperanza de aprovechar estas posibilidades para la revolución proletaria, de convertir a los países dependientes y a las colonias, de reserva de la burguesía imperialista, en reserva del proletariado revolucionario, en aliado suyo?, ¿hay fundamento para ello?
El leninismo da a esta pregunta una respuesta afirmativa, es decir, reconoce que en el seno del movimiento de liberación nacional de los países oprimidos hay fuerzas revolucionarias y que es posible utilizar esas fuerzas para el derrocamiento del enemigo común, para el derrocamiento del imperialismo. La mecánica del desarrollo del imperialismo, la guerra imperialista y la revolución en Rusia confirman plenamente las conclusiones del leninismo a este respecto.
De ahí la necesidad de que el proletariado de las naciones "imperiales" apoye decidida y enérgicamente el movimiento de liberación nacional de los pueblos oprimidos y dependientes.
Esto no significa, por supuesto, que el proletariado deba apoyar todo movimiento nacional, siempre y en todas partes, en todos y en cada uno de los casos concretos. De lo que se trata es de apoyar los movimientos nacionales encaminados a debilitar el imperialismo, a derrocarlo, y no a reforzarlo y mantenerlo. Hay casos en que los movimientos nacionales de determinados países oprimidos chocan con los intereses del desarrollo del movimiento proletario. Cae de su peso que en esos casos ni siquiera puede hablarse de apoyo. La cuestión de los derechos de las naciones no es una cuestión aislada, independiente, sino una parte de la cuestión general de la revolución proletaria, una parte supeditada al todo y que debe ser enfocada desde el punto de vista del todo. En los años 40 del siglo pasado, Marx defendía el movimiento nacional de los polacos y de los húngaros contra el movimiento nacional de los checos y de los sudeslavos. ¿Por qué? Porque los checos y los sudeslavos eran por aquel entonces "pueblos reaccionarios", "puestos avanzados de Rusia" en Europa, puestos avanzados del absolutismo, mientras que los polacos y los húngaros eran "pueblos revolucionarios", que luchaban contra el absolutismo. Porque apoyar el movimiento nacional de los checos y de los sudeslavos significaba entonces apoyar indirectamente al zarismo, el enemigo más peligroso del movimiento revolucionario de Europa.
Las distintas reivindicaciones de la democracia -dice Lenin-, incluyendo la de la autodeterminación, no son algo absoluto, sino una partícula de todo el movimiento democrático (hoy, socialista) mundial. Puede suceder que, en un caso dado, una partícula se halle en contradicción con el todo; entonces, hay que desecharla (v. t. XIX, págs. 257-258).
Así se plantea la cuestión de los distintos movimientos nacionales, y del carácter, posiblemente reaccionario, de estos movimientos, siempre y cuando, naturalmente, que no se los enfoque desde un punto de vista formal, desde el punto de vista de los derechos abstractos, sino en un plano concreto, desde el punto de vista de los intereses del movimiento revolucionario.
Otro tanto hay que decir del carácter revolucionario de los movimientos nacionales en general. El carácter indudablemente revolucionario de la inmensa mayoría de los movimientos nacionales es algo tan relativo y peculiar, como lo es el carácter posiblemente reaccionario de algunos movimientos nacionales concretos. El carácter revolucionario del movimiento nacional, en las condiciones de la opresión imperialista, no presupone forzosamente, ni mucho menos, la existencia de elementos proletarios en el movimiento, la existencia de un programa revolucionario o republicano del movimiento, la existencia en éste de una base democrática. La lucha del emir de Afganistán por la independencia de su país es una lucha objetivamente revolucionaria, a pesar de las ideas monárquicas del emir y de sus partidarios, porque esa lucha debilita al imperialismo, lo descompone, lo socava. En cambio, la lucha de demócratas y "socialistas", de "revolucionarios" y republicanos tan "radicales" como Kerenski y Tsereteli, Renaudel y Scheidemann, Chernov y Dan, Henderson y Clynes durante la guerra imperialista era una lucha reaccionaria, porque el resultado que se obtuvo con ello fue pintar de color de rosa, fortalecer y dar la victoria al imperialismo. La lucha de los comerciantes y de los intelectuales burgueses egipcios por la independencia de Egipto es, por las mismas causas, una lucha objetivamente revolucionaria, a pesar del origen burgués y de la condición burguesa de los líderes del movimiento nacional egipcio, a pesar de que estén en contra del socialismo. En cambio, la lucha del gobierno "obrero" inglés por mantener a Egipto en una situación de dependencia es, por las mismas causas, una lucha reaccionaria, a pesar del origen proletario y del título proletario de los miembros de ese gobierno, a pesar de que son "partidarios" del socialismo. Y no hablo ya del movimiento nacional de otras colonias y países dependientes más grandes, como la India y China, cada uno de cuyos pasos por la senda de la liberación, aun cuando no se ajuste a los requisitos de la democracia formal, es un terrible mazazo asestado al imperialismo, es decir, un paso indiscutiblemente revolucionario.
Lenin tiene razón cuando dice que el movimiento nacional de los países oprimidos no debe valorarse desde el punto de vista de la democracia formal, sino desde el punto de vista de los resultados prácticos dentro del balance general de la lucha contra el imperialismo, es decir, que debe enfocarse "no aisladamente, sino en escala mundial" (v. t. XIX, pág. 257).
2) El movimiento de liberación de los pueblos oprimidos y la revolución proletaria. Al resolver la cuestión nacional, el leninismo parte de los principios siguientes:
a) el mundo está dividido en dos campos: el que integran un puñado de naciones civilizadas, que poseen el capital financiero y explotan a la inmensa mayoría de la población del planeta, y el campo de los pueblos oprimidos y explotados de las colonias y de los países dependientes, que forman esta mayoría;
b) las colonias y los países dependientes, oprimidos y explotados por el capital financiero, constituyen una formidable reserva y es el más importante manantial de fuerzas para el imperialismo;
c) la lucha revolucionaria de los pueblos oprimidos de las colonias y de los países dependientes contra el imperialismo es el único camino por el que dichos pueblos pueden emanciparse de la opresión y de la explotación;
d) las colonias y los países dependientes más importantes han iniciado ya el movimiento de liberación nacional, que tiene que conducir por fuerza a la crisis del capitalismo mundial;
e) los intereses del movimiento proletario en los países desarrollados y del movimiento de liberación nacional en las colonias exigen la unión de estas dos formas del movimiento revolucionario en un frente común contra el enemigo común, contra el imperialismo;
f) la clase obrera en los países desarrollados no puede triunfar, ni los pueblos oprimidos liberarse del yugo del imperialismo, sin la formación y consolidación de un frente revolucionario común;
g) este frente revolucionario común no puede formarse si el proletariado de las naciones opresoras no presta un apoyo directo y resuelto al movimiento de liberación de los pueblos oprimidos contra el imperialismo "de su propia patria", pues "el pueblo que oprime a otros pueblos no puede ser libre" (Engels);
h) este apoyo significa: sostener, defender y llevar a la práctica la consigna del derecho de las naciones a la separación y a la existencia como Estados independientes;
i) sin poner en práctica esta consigna es imposible lograr la unificación y la colaboración de las naciones en una sola economía mundial, que constituye la base material para el triunfo del socialismo en el mundo entero;
j) esta unificación sólo puede ser una unificación voluntaria, erigida sobre la base de la confianza mutua y de relaciones fraternales entre los pueblos
De aquí se derivan dos aspectos, dos tendencias en la cuestión nacional: la tendencia a liberarse políticamente de las cadenas del imperialismo y a formar Estados nacionales independientes, que ha surgido sobre la base de la opresión imperialista y de la explotación colonial, y la tendencia al acercamiento económico de las naciones, que ha surgido a consecuencia de la formación de un mercado y una economía mundiales.
El capitalismo en desarrollo -dice Lenin- conoce dos tendencias históricas en la cuestión nacional. Primera: el despertar de la vida nacional y de los movimientos nacionales, la lucha contra toda opresión nacional, la creación de Estados nacionales. Segunda: el desarrollo y la multiplicación de vínculos de todo género entre las naciones, la destrucción de las barreras nacionales, la creación de la unidad internacional del capital, de la vida económica en general, de la política, de la ciencia, etc.
Ambas tendencias son una ley mundial del capitalismo. La primera predomina en los comienzos de su desarrollo, la segunda caracteriza al capitalismo maduro, que marcha hacia su transformación en sociedad socialista (v. t. XVII, págs. 139-140).
Para el imperialismo, estas dos tendencias son contradicciones inconciliables, porque el imperialismo no puede vivir sin explotar a las colonias y sin mantenerlas por la fuerza en el marco de "un todo único"; porque el imperialismo no puede aproximar a las naciones más que mediante anexiones y conquistas coloniales, sin las que, hablando en términos generales, es inconcebible.
Para el comunismo, por el contrario, estas tendencias no son más que dos aspectos de un mismo problema, del problema de liberar del yugo del imperialismo a los pueblos oprimidos, porque el comunismo sabe que la unificación de los pueblos en una sola economía mundial sólo es posible sobre la base de la confianza mutua y del libre consentimiento y que para llegar a la unión voluntaria de los pueblos hay que pasar por la separación de las colonias del "todo único" imperialista y por su transformación en Estados independientes.
De aquí la necesidad de una lucha tenaz, incesante, resuelta, contra el chovinismo imperialista de los "socialistas" de las naciones dominantes (Inglaterra, Francia Estados Unidos de América, Italia, Japón, etc.), que no quieren combatir a sus gobiernos imperialistas ni apoyar la lucha de los pueblos oprimidos de "sus" colonias por liberarse de la opresión, separarse y formar Estados independientes.
Sin esta lucha es inconcebible la educación de la clase obrera de las naciones dominantes en un espíritu de verdadero internacionalismo, en un espíritu de acercamiento a las masas trabajadoras de los países dependientes y de las colonias, en un espíritu de verdadera preparación de la revolución proletaria. La revolución no habría vencido en Rusia, y Kolchak y Denikin no hubieran sido derrotados, si el proletariado ruso no hubiese tenido de su parte la simpatía y el apoyo de los pueblos oprimidos del antiguo Imperio Ruso. Ahora bien, para ganarse la simpatía y el apoyo de estos pueblos, el proletariado ruso tuvo, ante todo, que romper las cadenas del imperialismo ruso y librarlos de la opresión nacional.
De otra manera, hubiera sido imposible consolidar el Poder Soviético, implantar el verdadero internacionalismo y crear esa magnífica organización de colaboración de los pueblos que lleva el nombre de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y que es el prototipo viviente de la futura unificación de los pueblos en una sola economía mundial.
De aquí la necesidad de luchar contra el aislamiento nacional, contra la estrechez nacional, contra el particularismo de los socialistas de los países oprimidos, que no quieren subir más arriba de su campanario nacional y no comprenden la relación existente entre el movimiento de liberación de su país y el movimiento proletario de los países dominantes.
Sin esa lucha es inconcebible defender la política independiente del proletariado de las naciones oprimidas y su solidaridad de clase con el proletariado de los países dominantes en la lucha por derrocar al enemigo común, en la lucha por derrocar al imperialismo.
Sin esa lucha, el internacionalismo sería imposible.
Tal es el camino para educar a las masas trabajadoras de las naciones dominantes y de las oprimidas en el espíritu del internacionalismo revolucionario.
He aquí lo que dice Lenin de esta doble labor del comunismo para educar a los obreros en el espíritu del internacionalismo:
Esta educación... ¿puede ser concretamente igual en las grandes naciones, en las naciones opresoras, que en las pequeñas naciones oprimidas, en las naciones anexionistas que en las naciones anexionadas? Evidentemente, no. El camino hacia el objetivo común -la completa igualdad de derechos, el más estrecho acercamiento y la ulterior usión de todas las naciones- sigue aquí, evidentemente, distintas rutas concretas, lo mismo que, por ejemplo, el camino conducente a un punto situado en el centro de esta página parte hacia la izquierda de una de sus márgenes y hacia la derecha de la margen opuesta. Si el socialdemócrata de una gran nación opresora, anexionista, profesando, en general, la teoría de la fusión de las naciones, se olvida, aunque sólo sea por un instante, de que "su" Nicolás II, "su" Guillermo, "su" Jorge, "su" Poincaré, etc., etc abogan también por la fusión con las naciones pequeñas (por medio de anexiones) -Nicolás II aboga por la "fusión" con Galitzia, Guillermo II por la "fusión" con Bélgica, etc.-, ese socialdemócrata resultará ser, en teoría, un doctrinario ridículo, y, en la práctica, un cómplice del imperialismo. El centro de gravedad de la educación internacionalista de los obreros de los países opresores tiene que estar necesariamente en la prédica y en la defensa de la libertad de separación de los países oprimidos. De otra manera, no hay internacionalismo. Tenemos el derecho y el deber de tratar de imperialista y de canalla a todo social-demócrata de una nación opresora que no realice tal propaganda. Esta es una exigencia incondicional, aunque, prácticamente, la separación no sea posible ni "realizable" antes del socialismo más que en el uno por mil de los casos. Y, a la inversa, el socialdemócrata de una nación pequeña debe tomar como centro de gravedad de sus campañas de agitación la primera palabra de nuestra fórmula general: "unión voluntaria" de las naciones. Sin faltar a sus deberes de internacionalista, puede pronunciarse tanto a favor de la independencia política de su nación como a favor de su incorporación al Estado vecino X, Y, Z, etc. Pero deberá luchar en todos los casos contra la mezquina estrechez nacional, contra el aislamiento nacional, contra el particularismo, por que se tenga en cuenta lo total y lo general, por la supeditación de los intereses de lo particular a los intereses de lo general. A gentes que no han penetrado en el problema, les parece "contradictorio" que los socialdemócratas de las naciones opresoras exijan la "libertad de separación" y los socialdemócratas de las naciones oprimidas la "libertad de unión". Pero, a poco que se reflexione, se ve que, partiendo de la situación dada, no hay ni puede haber otro camino hacia el internacionalismo y la fusión de las naciones, no hay ni puede haber otro camino que conduzca a este fin (v. t. XIX, págs. 261-262).

miércoles, febrero 12, 2014

Resolución de la Kominform de los partidos comunistas sobre la situación en el Partido Comunista de Yugoslavia, 28 de junio de 1948

Tomado de Bitacora de un Nicaragüense

Resolución

La Kominform compuesta por los representantes del Partido Obrero (comunista) Búlgaro, del Partido Obrero Rumano, del Partido de los Trabajadores Húngaros, del Partido Obrero Polaco, del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S, del Partido Comunista Francés, del Partido Comunista de Checoslovaquia y del Partido Comunista Italiano, habiendo discutido la cuestión existente en el Partido Comunista de Yugoslavia y comprobando que los representantes del Partido Comunista de Yugoslavia se han negado a asistir a la sesión de la Kominform, se ha adoptado, por unanimidad, las siguientes conclusiones:

1. La Kominform considera que la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia sigue en estos últimos tiempos, en las cuestiones principales de la política exterior e interior, una línea errónea que significa una desviación de la doctrina marxista-leninista. En consecuencia, la Kominform aprueba la acción del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S que ha tomado la iniciativa de descubrir la política errónea del Partido Comunista de Yugoslavia y, ante todo, de los camaradas Tito, Kardelj, Djilas y Ranković.

2. La Kominform comprueba que la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia aplica una política de enemistad con respecto a la Unión Soviética y del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S. Se ha permitido que se desarrolle en Yugoslavia una política indigna de difamación contra los especialistas militares soviéticos y de descrédito del Ejército Soviético. En cuanto a los especialistas civiles soviéticos en Yugoslavia, se ha creado para ellos un régimen especial en virtud del cual han estado sometidos a la vigilancia de los órganos de seguridad del Estado de Yugoslavia y han sido seguidos por agentes. El representante del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S. en la Kominform, el camarada Pavel Yudin, y numerosos representantes oficiales de la U.R.S.S. en Yugoslavia, han sido sometidos a la misma vigilancia por parte de los órganos de seguridad del Estado de Yugoslavia.

Todos estos hechos y otros semejantes atestiguan que los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia han adoptado una posición indigna de comunistas; los dirigentes yugoslavos han comenzado a identificar la política exterior de la U.R.S.S. con la de las potencias imperialistas y se conducen con respecto a la U.R.S.S. como con respecto a los Estados burgueses. Como consecuencia de esta actitud antisoviética, se ha difundido en el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia una propaganda calumniosa sobre la «degeneración» del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S. sobre la «degeneración» de la U.R.S.S., etc, tomada del arsenal del trotskismo contrarrevolucionario.

La Kominform condena esta orientación antisoviética de los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia, incompatible con el marxismo-leninismo y propia solamente de nacionalistas.


3. Los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia en su política en el interior del país, se apartan de las posiciones de la clase obrera y rompen con la teoría marxista de las clases y de la lucha de clases. Niegan el hecho del incremento de los elementos capitalistas en su país y la acentuación de la lucha de clases en el campo yugoslavo, que de él se deriva. Esta negativa tiene su origen en la tesis oportunista según la cual, en el periodo de transición del capitalismo al socialismo, la lucha de clases no se acentúa, como lo enseña el marxismo-leninismo, sino que se extingue, como lo afirmaban los oportunistas del tipo Bujarin, que propagaban la teoría de una integración, pacífica del capitalismo en el socialismo.

Los dirigentes yugoslavos aplican una política errónea en el campo, ignorando la diferenciación de clases en el campo y considerando a los campesinos individuales como un todo único, en contra de la enseñanza marxista leninista sobre las clases y la lucha de clases, en contra de la conocida tesis de Lenin según la cual la pequeña explotación individual engendra constantemente, cada día, cada hora, espontáneamente y en gran escala, el capitalismo y la burguesía. Sin embargo, la situación política en el campo yugoslavo no da ningún motivo de presunción y despreocupación. En las condiciones de predominio de la pequeña explotación campesina individual en Yugoslavia —no habiéndose realizado la nacionalización de la tierra y existiendo todavía la propiedad privada de la tierra, siendo libres la compra y venta de tierras, concentrando los kulaks en sus manos grandes propiedades agrarias, y empleándose el trabajo asalariado, etc—. no puede educarse al partido en el espíritu de la extinción de la lucha de clases y de la desaparición de las contradicciones de clases, sin desarmarle ante las dificultades de la construcción del socialismo.

Los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia se desvían de la vía marxista-leninista hacia la vía del partido de los kulaks y de los populistas, en la cuestión del papel dirigente de la clase obrera, afirmando que los campesinos constituyen «la base más sólida del Estado yugoslavo». Lenin nos enseña que el proletariado «como la única clase revolucionaria hasta el fin en la sociedad contemporánea, debe ser el dirigente, mantener la hegemonía en la lucha de todo el pueblo por la revolución democrática completa, en la lucha de todos los trabajadores y explotados contra los opresores y explotadores».

Los dirigentes yugoslavos violan esta tesis del marxismo-leninismo. En lo que concierne a los campesinos, su mayoría, es decir, los campesinos pobres y medios, pueden aliarse o se han aliado ya a la clase obrera, perteneciendo a esta última el papel dirigente en esta alianza.

La orientación indicada más arriba de los dirigentes yugoslavos viola esta tesis del marxismo-leninismo. Como se ve, esta orientación refleja un punto de vista propio de nacionalistas pequeñoburgueses, pero no de marxistas-leninistas.

4. La Kominform considera que la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia revisa la doctrina marxista-leninista sobre el partido. Según la teoría marxista-leninista, el partido es la fuerza dirigente principal en el país, con programa propio y sin diluirse en la masa de los sin partido. El partido es la forma superior de organización y el arma más importante de la clase obrera. Pero en Yugoslavia es el frente popular y no el partido comunista el que está considerado como la fuerza principal dirigente en el país. Los yugoslavos rebajan el papel del partido comunista; lo diluyen, en efecto, en el frente popular de los sin partido que comprende elementos muy diferentes desde el punto de vista de clase –obreros, campesinos, trabajadores con una explotación individual, kulaks, comerciantes, pequeños industriales, intelectuales burgueses, etc–. así como grupos políticos de todo tipo, incluso ciertos partidos burgueses. Los dirigentes yugoslavos se empeñan en no reconocer lo erróneo de su orientación, según la cual el Partido Comunista de Yugoslavia no puede ni debe tener su proprio programa particular, sino que debe contentarse con el programa del frente popular.

El hecho de que en Yugoslavia solo el frente popular actúa en la arena política, mientras que el partido y sus organizaciones no se presentan abiertamente, en nombre propio, ante el pueblo, no solo rebaja el papel del partido en la vida política del país, sino que socava al partido como fuerza política independiente llamada a conquistar la creciente confianza del pueblo y a atraer bajo su influencia a masas cada vez más amplias de trabajadores mediante una actividad política propagandística abierta de sus puntos de vista y de su programa. Los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia repiten los errores de los mencheviques rusos respecto a la disolución del partido marxista en la organización de las masas de los sin partido. Todo esto demuestra la existencia de tendencias liquidadoras respecto al Partido Comunista en Yugoslavia.

La Kominform considera que esa política del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia amenaza la propia existencia del éste como partido comunista y, en fin de cuentas, lleva consigo el peligro de la degeneración de la República Popular de Yugoslavia.

5. La Kominform considera que el régimen burocrático creado por los dirigentes yugoslavos en el seno del partido es nefasto para la vida y el desarrollo del Partido Comunista de Yugoslavia. En el partido, no existe ni democracia interior, ni elegibilidad de los órganos dirigentes, ni crítica y autocrítica. A pesar de las afirmaciones sin fundamento de los camaradas Tito y Kardelj, el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia se compone en su mayoría de miembros cooptados y no elegidos. El partido comunista se encuentra en realidad en una situación semilegal. Las reuniones del partido no son convocadas o lo son en secreto, lo cual no puede sino socavar la influencia del partido en las masas. Esta forma de organización del Partido Comunista de Yugoslavia no puede ser calificada más que de sectaria y burocrática. Ello conduce a la liquidación del partido en tanto que organismo activo e independiente, desarrolla en el partido los métodos militares de dirección semejantes a los métodos que propagó en otro tiempo Trotsky.

Es totalmente intolerable que en el Partido Comunista de Yugoslavia sean pisoteados los derechos más elementales de los miembros del partido, ya que la menor crítica de las normas erróneas en el partido provocan severas represalias.

La Kominform considera que son infames hechos tales como la exclusión del partido y la detención de los miembros del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, camaradas Sreten Žujović y Andrija Hebrang, sancionados por haberse atrevido a criticar las tendencias antisoviéticas de los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia y a pronunciarse por la amistad entre Yugoslavia y la U.R.S.S.
La Kominform considera que no puede tolerarse en un partido comunista un régimen tan vergonzoso, puramente despótico y terrorista. En interés del desarrollo y de la propia existencia del Partido Comunista de Yugoslavia, se exige que se ponga fin a semejante régimen.

6. La Kominform considera que la crítica de los errores del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, por parte del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S. y de los Comités Centrales de otros Partidos Comunistas, por ser una ayuda fraternal al Partido Comunista de Yugoslavia, crea a la dirección de este partido todas las condiciones necesarias para la corrección, tan rápida como posible, de los errores cometidos. Pero en lugar de reconocer honradamente esta crítica y de utilizar la vía de la corrección bolchevique de los de los errores cometidos, los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia, poseídos por una ambición sin límites de arrogancia y presunción, han acogido la crítica con animosidad, han manifestado hostilidad hacia ella y se han lanzado por una vía antipartido, negando completamente sus errores infringiendo la teoría marxista-leninista relativa a la posición de un partido político respecto a sus errores; agravando así sus errores contra el partido.

Los dirigentes yugoslavos que se han mostrado faltos de argumentos ante la crítica del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S. y de los Comités Centrales de otros partidos hermanos, han tomado el camino de la mentira flagrante con respecto a su partido y a su pueblo, ocultando al Partido Comunista de Yugoslavia la crítica de la política errónea del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, disimulando al partido y al pueblo las causas reales de la represión infligida a los camaradas Sreten Žujović y Andrija Hebrang.

Ya en estos últimos tiempos, después de la crítica hecha por el Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S. y de los partidos hermanos, de los errores cometidos por los dirigentes yugoslavos, éstos han intentado promulgar una serie de nuevas disposiciones izquierdistas. Los dirigentes yugoslavos se han apresurado a publicar una nueva ley sobre la nacionalización del pequeño comercio y de las pequeñas industrias, ley cuya aplicación no ha sido en absoluto preparada, de manera que esta precipitación no puede por menos que entorpecer el abastecimiento de la población yugoslava. Con la misma precipitación han promulgado para los campesinos, una nueva ley relativa al impuesto sobre el trigo, ley que tampoco ha sido preparada y que solo puede, por consiguiente, comprometer el abastecimiento en trigo de la población de las ciudades. Por último, los dirigentes yugoslavos han anunciado de una forma totalmente inesperada, por medio de declaraciones ruidosas, su amor y su lealtad hacia la Unión Soviética, cuando es bien sabido que en la práctica han aplicado hasta ahora una política de enemistad hacia la U.R.S.S.

Pero esto no es todo. Los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia declaraban estos últimos tiempos, con mucho aplomo, que realizarían una política de liquidación de los elementos capitalistas en Yugoslavia. En su carta dirigida al Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S., con fecha 13 de abril último, Tito y Kardelj escribían que «el Pleno del Comité Central había aprobado medidas propuestas por el Buró Político del Comité Central, tendentes a la liquidación de los restos del capitalismo en el país». De acuerdo con esta orientación, en su discurso pronunciado en la Asamblea de la República Federativa Popular de Yugoslavia, el 25 de abril, Edvard Kardelj declaró : «En nuestro país, están contados los días para todos los restos de la explotación del hombre por el hombre».

Esta orientación de los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia que tiende a la liquidación de los elementos capitalistas en las condiciones actuales de Yugoslavia, incluyendo la liquidación de los kulaks en tanto que clase, no puede ser calificada más que de aventurera y de no marxista. Pues es imposible resolver esta tarea mientras predomine en el país una explotación individual campesina que engendra inevitablemente el capitalismo, antes de haberse preparado las condiciones de la colectivización masiva en la agricultura, antes de que la mayoría de los campesinos esté convencida de las ventajas de los métodos colectivos en la agricultura. La experiencia del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S. demuestra que la liquidación de la última y más numerosa clase de explotadores –la clase de los kulaks– solo es posible sobre la base de la colectivización en masa de la agricultura, y que la liquidación de los kulaks en tanto que clase es una parte integrante de la colectivización de la agricultura.

Con el fin de liquidar con éxito a los kulaks como clase, y, por consiguiente, los elementos capitalistas en el campo, el partido debe realizar un largo trabajo preparatorio y preliminar para limitar los elementos capitalistas en el campo, para fortalecer la alianza de la clase obrera con los campesinos bajo la dirección de la clase obrera, para desarrollar la industria socialista capaz de organizar la producción de máquinas necesarias para el trabajo colectivo en la agricultura. La precipitación en esta cuestión solo puede causar perjuicios irreparables. El paso de la limitación de los elementos capitalistas en el campo a su liquidación solo es posible a condición de que éstas medidas sean cuidadosamente preparadas y consecuentemente aplicadas.

Todos los intentos de los dirigentes, yugoslavos para resolver esta tarea precipitadamente y por medio de decretos burocráticos no representa más que una aventura condenada de antemano al fracaso o una jactancia demagógica desprovista de fundamento. La Kominform considera que los dirigentes yugoslavos, al utilizar una táctica tan errónea y demagógica, quieren demostrar que se mantienen no solo en el terreno de la lucha de clases, sino que incluso van más allá de las exigencias que se pudieran presentar al Partido Comunista de Yugoslavia en el terreno de la limitación de los elementos capitalistas desde el punto de vista de las posibilidades reales.

La Kominform considera que los decretos y las declaraciones izquierdistas de los dirigentes yugoslavos, por ser demagógicos e irrealizables en el momento actual, solo pueden comprometer la causa de la construcción socialista en Yugoslavia. Por lo tanto la Kominform juzga dicha táctica aventurera como una maniobra indigna y como un juego político intolerable. Como se ve, las medidas, y las declaraciones demagógicas e izquierdistas, de los dirigentes yugoslavos, mencionadas más arriba, tienen por objeto enmascarar su negativa a reconocer y corregir honradamente sus errores.

7. Teniendo en cuenta la situación creada en el Partido Comunista de Yugoslavia y esforzándose por facilitar una salida a los dirigentes del Partido Comunista Yugoslavo, el Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S. y los Comités Centrales de otros partidos hermanos propusieron examinar la cuestión de la situación creada en el Partido Comunista de Yugoslavia en la reunión de la Kominform sobre la base de los principios que rigen la vida normal de los partidos, como tuvo lugar en la primera reunión de la Kominform, donde fue examinada la actividad de otros partidos comunistas. Pero los dirigentes yugoslavos han opuesto su negativa a las repetidas propuestas de los partidos comunistas hermanos de discutir en la Kominform la cuestión de la situación en el Partido Comunista de Yugoslavia.

Tratando de eludir la crítica justa de los partidos hermanos en la Kominform, los dirigentes yugoslavos han inventado una versión sobre su sedicente posición de desigualdad. Es conveniente decir que en esta versión no hay mía palabra de verdad. Es bien sabido que cuando se organizó la Kominform, los partidos comunistas partían de la tesis indiscutible según la cual cada partido debe dar cuenta de su actividad a la Kominform, y cualquier partido tiene derecho a criticar a los otros partidos. El Partido Comunista de Yugoslavia ha utilizado ampliamente este derecho en la Iº Conferencia de los nueve partidos de la Kominform. La negativa de los yugoslavos a dar cuenta de sus actos a la Kominform, a escuchar las observaciones críticas, de los otros partidos comunistas, significa una verdadera violación del principio de igualdad de los partidos comunistas, lo cual equivale a pedir para él Partido Comunista de Yugoslavia una posición privilegiada en la Kominform.

8. Teniendo en cuenta lo que precede, la Kominform se solidariza con la apreciación de la situación en el Partido Comunista de Yugoslavia y con la crítica de los errores cometidos por el Comité Central de dicho partido, así como con el análisis político de esos errores, expuestos en las cartas del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S., enviadas al Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia, desde marzo a mayo de 1948.

La Kominform llega a la conclusión unánime de que los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia –por su orientación antisoviética y antipartido incompatibles con el marxismo-leninismo, por toda su conducta y su negativa a participar en la reunión de la Kominform– se han colocado en la oposición con respecto a los partidos comunistas adheridos a la Kominform; se han lanzado por la vía del desgajamiento del frente único socialista contra el imperialismo, por la vía de la traición a la causa de la solidaridad internacional de los trabajadores, pasando a las posiciones del nacionalismo.

La Kominform condena esta política y la actitud antipartido del Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia. La Kominform comprueba que por todo lo expuesto el Comité Central del Partido Comunista de Yugoslavia se coloca y coloca al Partido Comunista de Yugoslavia fuera de la familia de los partidos comunistas hermanos, fuera del frente comunista único y, por consiguiente, fuera de la Kominform. La Kominform considera que todos esos errores de los dirigentes del Partido Comunista Yugoslavo se basan en el hecho indiscutible de que los elementos nacionalistas, que existían anteriormente bajo una forma velada, han pasado a predominar en estos últimos cinco o seis meses en la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia, que los dirigentes del Partido Comunista de Yugoslavia han roto con las tradiciones internacionalistas de este partido y se han lanzado por la vía del nacionalismo.

Los dirigentes yugoslavos, sobreestimando profundamente las fuerzas nacionales interiores y las posibilidades de Yugoslavia piensan, que pueden conservar la independencia de Yugoslavia y crear el socialismo sin el apoyo de los partidos comunistas de los otros países, sin el apoyo de los países de democracia popular, sin el apoyo de la U.R.S.S. Piensan que la nueva Yugoslavia puede prescindir del apoyo de esas fuerzas revolucionarias.

Pero los dirigentes yugoslavos, orientándose mal en la situación internacional e intimidados, por la amenaza chantajista de los imperialistas, estiman que podrían ganarse la benevolencia de los Estados imperialistas mediante concesiones hechas a esos Estados, entenderse con ellos, sobre la independencia de Yugoslavia e inculcar poco a poco sobre el pueblo yugoslavo la orientación hacía esos Estados, es decir, la orientación hacia el capitalismo. Al obrar así, parten tácticamente de una tesis nacionalista burguesa bien conocida, según la cual «los Estado capitalistas presentan un peligro menor que la U.R.S.S. para la independencia de Yugoslavia».

Los dirigentes yugoslavos por lo visto no comprenden o quizá hacen como que no comprenden, que una tesis nacionalista semejante solo puede conducir a la degeneración de Yugoslavia en una República burguesa ordinaria, a la pérdida de la independencia de Yugoslavia y a su transformación en una colonia de los países imperialistas.

La Kominform no duda de que hay en el seno del Partido Comunista Yugoslavo suficientes elementos sanos, fieles al marxismo-leninismo, fieles a las tradiciones internacionalistas del Partido Comunista de Yugoslavia, fieles al frente socialista único.

Incumbe a esas fuerzas sanas del Partido Comunista de Yugoslavia la tarea de obligar a sus dirigentes actuales a reconocer abierta y honradamente sus errores y a corregirlos, a romper con el nacionalismo, a volver al internacionalismo y a fortalecer por todos los medios el frente socialista único contra el imperialismo; o, si los dirigentes actuales del Partido Comunista de Yugoslavia se muestran incapaces de ello, cambiarles y promover una dirección internacionalista del Partido Comunista de Yugoslavia.



La Kominform no duda de que el Partido Comunista de Yugoslavia podrá con esta tarea de honor.