FARISAICA DEFENSA DE STALIN
La postura de los dirigentes del PCCh frente al «Discurso Secreto
de Jruschov», hizo
pensar a muchos que los comunistas chinos eran defensores leales
de la primera
experiencia histórica de la dictadura del proletariado y de Stalin
en persona. No
fuimos pocos los que, por esta razón, nos inclinamos al lado de
Pekín los años que
el PCCh polemizó con el PCUS y el Movimiento Comunista
Internacional.
frecuencia a Stalin junto a Marx, Engels y Lenin. En la RPCh los
retratos de Stalin
siguen al lado de los de sus 3 antecesores. Todo, esto, sin
embargo, no es suficiente
para conocer la verdadera posición del maoísmo: frente a Stalin.
En realidad, la defensa que los líderes pekineses hacen de Stalin
tiene un carácter
demagógico y farisaico. Hoy se conocen documentos del PCCh y
escritos del propio
Mao Tze Dong que han sido publicados, unos a la muerte de éste y
otros con motivo
de la «revolución cultural». Son instrumentos probatorios de que
el maoísmo
tiene dos posiciones frente a Stalin: una real pero oculta; y otra
falsa fingida, hecha
para la exportación, como arma de combate contra el PCUS.
La contribución de la Internacional Comunista y de Stalin en la
elaboración de
la estrategia de la revolución china, su caracterización y
desarrollo, son hechos
objetivos que no se pueden borrar de la historia, Tampoco pueden
ser falsificados
gratuitamente como lo hacen los dirigentes chinos.
Tanto en lo que concierne a la revolución china, como en lo
referente a la edificación
del socialismo, Mao Tze Dong y su grupo han sostenido y sostienen
puntos
de vista radicalmente distintos a los que sostuvo Stalin. Es más,
calumnian a éste
atribuyéndole toda clase de errores. Por eso, no hay un mínimo de
honestidad en
su cacareada defensa del sucesor de Lenin.
Veamos qué dice Mao Tze Dong de la posición de Stalin durante el
desarrollo de la
revolución china: «De él provienen tanto el aventurerismo de
izquierda de Wang
Ming en la última fase de la guerra civil revolucionaria, como su
oportunismo de
derecha en la fase inicial de la guerra de resistencia contra el
Japón. En el período
de la Guerra de Liberación, Stalin comenzó por prohibirnos hacer
la revolución,
afirmando que si estallaba una guerra civil, la nación china se
encontraría bajo
amenaza de la ruina. Iniciada la guerra, creyó sólo a medias en
nuestra fuerza. Al
triunfo de la guerra, tuvo la sospecha de que la nuestra era una
victoria al estilo
Tito y ejerció en los años 1949-1950, una presión muy grande sobre
nosotros».
Resulta, pues, que Stalin —según Mao— fue responsable directo de
todas las
desviaciones que se presentaron en el PCCh; prohibió hacer la
revolución china;
cuando ésta comenzó dudó de su triunfo y cuando triunfó sospechó
que no sería
una verdadera revolución socialista. En otras palabras, Stalin
sólo atinó a dar
orientaciones y consejos erróneos a los dirigentes chinos y a
ejercer presiones
malsanas durante todo el curso de la revolución china, Estas
afirmaciones de Mao
constituyen una burda falsificación de la historia; nunca podrán
respaldarse con
pruebas; son simples invenciones para atribuirse él mismo todos
los méritos en la
dirección de la revolución china. Se trata de patrañas que
armonizan plenamente
con las bien conocidas pretensiones pekinesas de escribir la
historia de la revolución
china como la historia personal de Mao Tze Dong.
En su famosa campaña para «la ordenación del estilo», del año de
1942, Mao
propuso sustituir el leninismo por el maoísmo, alegando que la
doctrina de Lenin
era el «marxismo ruso», inservible para conocer el carácter de la
revolución china
y dirigirla correctamente; declaró que la asistencia y orientación
dada por la Internacional
Comunista a la revolución china había sido totalmente errónea, y
por
último que la ayuda prestada por la Unión Soviética y el PC (b) de
la URSS al PCCh
no sólo había sido ineficaz sino perjudicial.
En el Capítulo I, nos hemos referido a las desviaciones de Mao Tze
Dong en todo
el curso de la revolución china. Hemos visto sus andanzas
aventureras ultraizquierdistas
al lado de Li Li san, después de haber compartido los puntos de
vista
derechistas de Chen Tu siu. También nos hemos referido a sus
confesiones en
torno a su total desconocimiento de la sociedad, la nación y la
revolución: china,
cuando ya era miembro del Comité Centra del PCCh. Si en tales
condiciones, la
Internacional Comunista y Stalin en persona no hubieran prestado
el apoyo político
necesario al PCCh, comenzando por esclarecer y establecer cuál era
el carácter
de la revolución china, qué objetivos debía perseguir, a quiénes
debía golpear y
en quiénes debía apoyarse es imposible concebir el triunfo de la
revolución china.
«Desnudos» en conocimientos, ¿en cuánto tiempo hubieran hecho,
solos, ese
aprendizaje los dirigentes chinos?
Si las «sospechas» de Stalin con relación al futuro de la
revolución china son ciertas,
ellas se han justificado plenamente. El curso que el maoísmo ha
imprimido
al proceso revolucionario en la RPCh, ha alejado a este país del
campo socialista.
El «comunismo cuartelero» de Mao, se ha convertido en aliado del
imperialismo.
Mao culpa a Wang Ming de ser el portador y vehículo de las
desviaciones de «izquierda» y «derecha» de Stalin. Esto no es casual: Wang
Ming, tenía formación
internacionalista y era miembro del Secretariado Político del
Comité Ejecutivo de
la Internacional Comunista. Mao lo calificó de «principal
representante del marxismo
ruso y de la línea de la Internacional Comunista en el PCCh».
Incluyó a todos
los militantes comunistas chinos que habían estudiado en la URSS
en el llamado
«grupo prosoviético y dogmático de Wang Ming».
Los dirigentes chinos defienden de palabra a Stalin, pero en los
hechos lo calumnian
y lo vejan. ¿Cómo puede ser «un gran marxista leninista», quien
cometió toda
clase de errores, prohibió hacer la revolución y ejerció presiones
perniciosas?
En sus comentarios a los «Problemas Económicos del Socialismo en
la URSS» de
Stalin, Mao Tze Dong, toma una posición abiertamente
antistaliniana. «Stalin —
dice— no destaca más que la tecnología y los dirigentes técnicos.
No quiere nada
que no sea la técnica y los dirigentes. Ignora la política y las
masas. También
aquí es unilateral». Y agrega «Stalin no ha encontrado ni el
método adecuado ni
el camino bueno que conducen del capitalismo al socialismo y del
socialismo al
comunismo. PARA EL ESTE ES UN ASUNTO MUY EMBARAZO.
Por las publicaciones que hicieron los «guadias rojos», durante la
«revolución cultural» se sabe que Mao calificó a Stalin de metafísico y que
acusó de haber sido el
causante del estancamiento del marxismo leninismo en la Unión
Soviética desde
1935, año de la Conferencia de Dsunyi que pone al «gran timonel»,
en la dirección
del PCCh.
Según el maoísmo entre Trotski y Stalin no había mayor diferencia.
«Ahora bien
—dice el maoísta Kostas Mavrakis— Trotski compartía las premisas
teóricas de
donde surgían los errores de Stalin. ¿Cómo podía hacer una crítica
válida? Ambos
reducían la construcción del socialismo al desarrollo de las
fuerzas productivas
materiales; negaban que pudiera haber burguesía sin propiedad
privada de los
medios de producción; ignoraban la distinción entre
contradicciones antagónicas
y no antagónicas, en el seno del pueblo, y entre el pueblo y sus
enemigos. Se situaban
en el mismo terreno, planteaban los mismos falsos problemas, solo
divergía
en las respuestas. Para uno, el enemigo era la «burocracia
bonapartista; para el
otro los agentes enviados por el cerco capitalista».
En este pasaje se resumen los últimos puntos de vista del maoísmo
sobre Stalin,
dados a conoce durante los años de la «revolución cultural». Para
Pekín, en última
instancia el verdadero causante de lo que llama «la restauración
del capitalismo
en URSS», es Stalin; es él quien dirigió la construcción
«deformada del socialismo», planteando «falsos problemas».
Impugnar la experiencia soviética y ofrecer a los pueblos del
mundo la experiencia
china, con única alternativa, no puede concordar objetivamente con
una leal
defensa de Stalin. Tal «defensa» resulta pura hipocresía, farsa,
maniobra maquiavélica.
Pekín necesita cargar a la cuenta de Stalin toda clase de errores
y reducir
al mínimo sus méritos, con el fin de justificar la prolongada y
enconada oposición
de Mao Tze Dong a la Internacional Comunista; su chovinismo
antisoviético y sus
«grandes saltos» aventureros.
Para que Mao aparezca como un gigante, los dirigentes chinos se
empecinan en
presentarnos un Stalin disminuido. Creen que en esta forma quedará
demostrado
que «ninguno de los marxistas leninistas precedentes dirigió
personalmente, en
primera línea, tantas importantes campañas políticas y militares
como el Presidente
Mao, ni experimentó una lucha tan prolongada, complicada, violenta
y multifacética
como el Presidente Mao... ¿Dónde se puede encontrar en la
Antigüedad
o en nuestro tiempo, en China o en el extranjero una teoría de tan
alto nivel o un
pensamiento tan maduro como el pensamiento del Presidente Mao?».
No tenemos necesidad de refutar esta divertida mezcla de fatuidad
e ignorancia,
fruto de la adulonería de los secuaces de Mao durante los años de
la «revolución
cultural».
Los auténticos puntos de vista de Mao Tze Dong y su grupo sobre
Stalin fueron
escondidos durante largo tiempo; pero ahora que se les conoce, ya
nadie puede
dudar que los objetivos perseguidos por la dirigencia china con su
mentirosa
«defensa de Stalin», no fueron otros que sembrar el desconcierto
en las filas del
Movimiento Comunista Internacional y alimentar el antisovietismo.
Pekín utiliza
a Stalin
como cobertura de todas las traiciones de la dirigencia china.