lunes, junio 18, 2012

Socialismo del siglo XXI: Ideas Burguesas Enmascaradas por Terminología Obrera

 
No son pocos los que a día de hoy siguen defendiendo un fenómeno que se ha extendido estos últimos años, el llamado socialismo del siglo XXI, el cual demostraremos que no es más que un compendio de ideas burguesas enmascaradas bajo terminología revolucionaria. Se alude generalmente al socialismo del siglo XXI para designar a las administraciones de Chávez en Venezuela, de Evo Morales en Bolivia y de Rafael Correa en Ecuador. A priori ninguno de estos ejemplos nos parecen estados socialistas. A continuación entraremos en lo que caracteriza, según nuestro entender, a un estado socialista y lo que caracteriza, a su vez, al socialismo científico anteponiéndolo a esta nueva "creación", por llamarlo de alguna forma.
Lo primero que nos llama la atención es el propio nombre, socialismo DEL siglo XXI, como si se tratase de algo nuevo, como si las experiencias socialistas del siglo pasado y la teoría revolucionaria del socialismo científico ya no nos sirviesen, como si se hubiesen quedado anticuadas y caducas.
Nosotros apostamos por el socialismo EN EL siglo XXI, por la aplicación del marxismo-leninismo a la realidad actual, flexibles en la táctica e inflexibles en los principios. El marxismo-leninismo, como parte de la ciencia que es el materialismo dialéctico en su aplicación práctica, nos enseña a cómo adaptarnos a las circunstancias pero sin claudicar.
El socialismo del siglo XXI reniega del marxismo leninismo, y del socialismo como tal, pero para sustituirlo ¿por qué? Por pensamiento de liberales de la época de la independencia, por el socialismo utópico. Para mejorar el socialismo no se puede retroceder 200 años, eso no es avanzar o mejorar, es revisionar. Siglos después de que fuesen desenmascaradas por los maestros del marxismo, nos encontramos con las mismas ideas anticientíficas y pequeñoburguesas presentadas bajo un nuevo envoltorio. Es tal su afán por no cambiar nada de lo establecido, por perpetuar un sistema explotador, y es tal su insistencia en usar ideas y tópicos manidos bajo una nueva apariencia, que no dudan a la hora de hablar de la desaparición de las clases, sustituyéndolo por el concepto aparentemente "novedoso" del "pueblo". No sabemos si es a propósito o no el hecho de no reparar en que Jruschev y compañía, revisionista por antonomasia y méritos propios, ya comenzaron a hablar a mitades del siglo XX sobre la desaparición de las clases y el "Estado de todo el Pueblo", y todos sabemos como acabó tan "brillante" tesis.
Para más inri implementadas por intelectuales europeos como Dieterich y compañía, ni siquiera es una variante latinoamericana, los líderes del socialismo del siglo XXI se han subido a esa ola a posteriori a falta de una teoría con la que tapar su esencia pequeñoburguesa.
Hablan de Socialismo, que sin duda se ha de dar en un estado que sea socialista, pongamos de ejemplo al más polémico, la Venezuela de Chávez. A nuestro juicio, y al de cualquiera que no sea un reformista consumado, a este estado le faltan bastantes cosas para poder referirnos a él como socialista, partiendo de la premisa marxista de que un estado es una herramienta de opresión de una clase sobre otra. Por ejemplo: El "nuevo" estado se ha cimentado sobre el estado existente, sin destruir el estado burgués, sin crear el nuevo estado proletario con el que se instauraría el socialismo. Hablamos de la dictadura del proletariado que en Venezuela no existe. Lo que existe es un estado sin la represión característica de esa fase histórica de instauración del socialismo (partiendo de la base de que allí no existe). Veamos qué decía Lenin sobre este aspecto:

“Marx puso de relieve [...] que a los oprimidos se les autoriza para decidir una vez cada varios años qué miembros de la clase opresora han de representarlos y aplastarlos en el parlamento.
Pero, partiendo de esta democracia capitalista -inevitablemente estrecha, que repudia bajo cuerda a los pobres y que es, por tanto, una democracia mentirosa- [...] el desarrollo hacia el comunismo pasa a través de la dictadura del proletariado, y no puede ser de otro modo, porque el proletariado es el único que puede, y sólo por este camino, romper la resistencia de los explotadores capitalistas.
Pero la dictadura del proletariado, es decir, la organización de la vanguardia de los oprimidos en clase dominante para aplastar a los opresores, no puede conducir tan sólo a la simple ampliación de la democracia. A la par con la enorme ampliación del democratismo, que por primera vez se convierte en democracia para los pobres, en un democratismo para el pueblo, y no un democratismo para los sacos de dinero, la dictadura del proletariado implica una serie de restricciones puestas a la libertad de los opresores, de los explotadores, de los capitalistas. Debemos reprimir a éstos, para liberar a la humanidad de la esclavitud asalariada, hay que vencer por la fuerza su resistencia, y es evidente que allí donde hay represión, donde hay violencia, no hay libertad ni hay democracia.
Engels expresaba magníficamente esto en la carta a Bebel, al decir, como recordará el lector, que "mientras el proletariado necesite todavía del Estado, no lo necesitará en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado como tal dejará de existir."
Democracia para la mayoría gigantesca del pueblo y represión por la fuerza, es decir, exclusión de la democracia, para los explotadores, para los opresores del pueblo: he ahí la modificación que sufrirá la democracia en la 'transición' del capitalismo al comunismo”. (V.I. Lenin - El Estado y la Revolución, Cap. 5 Las Bases Económicas de la Disolución del Estado)
 
Asimismo, los medios de producción siguen perteneciendo a la burguesía, y sus nacionalizaciones no son socializaciones, por lo que la semejanza con un auténtico estado socialista es escasa. Este último punto es importante, ya que últimamente está en boca de todo el mundo la palabra “nacionalización”, y si bien se ha nacionalizado YPF Repsol en Argentina, y Bankia en el estado español, no podemos confundir “nacionalización” con “socialización”, a pesar de que algunos autonombrados gurús del comunismo usen uno u otro término como si del mismo se tratase. Evo Morales ya salió al paso con la nacionalización de la minera suiza Glencore, o la filial de Red Eléctrica de España. Chávez entró en delirios cuando comenzó a hablar de la nacionalización de lo que el llamó “sectores estratégicos para la Revolución Socialista”. Rafael Correa, por su parte, charlataneó sobre la nacionalización de la minería y el petroleo. Una vez más, recurrimos a los clásicos:

“La nacionalización sólo representará un progreso económico, un paso de avance hacia la conquista por la sociedad de todas las fuerzas productivas, aunque esta medida sea llevada a cabo por el Estado actual, cuando los medios de producción o de transporte se desborden ya realmente de los cauces directivos de una sociedad anónima, cuando, por tanto, la medida de la nacionalización sea ya económicamente inevitable. Pero recientemente, desde que Bismarck emprendió el camino de la nacionalización, ha surgido una especie de falso socialismo, que degenera alguna que otra vez en un tipo especial de socialismo, sumiso y servil, que en todo acto de nacionalización, hasta en los dictados por Bismarck, ve una medida socialista. Si la nacionalización de la industria del tabaco fuese socialismo, habría que incluir entre los fundadores del socialismo a Napoleón y a Metternich. Cuando el Estado belga, por razones políticas y financieras perfectamente vulgares, decidió construir por su cuenta las principales líneas férreas del país, o cuando Bismarck, sin que ninguna necesidad económica le impulsase a ello, nacionalizó las líneas más importantes de la red ferroviaria de Prusia, pura y simplemente para así poder manejarlas y aprovecharlas mejor en caso de guerra, para convertir al personal de ferrocarriles en ganado electoral sumiso al gobierno y, sobre todo, para procurarse una nueva fuente de ingresos sustraída a la fiscalización del Parlamento, todas estas medidas no tenían, ni directa ni indirectamente, ni consciente ni inconscientemente nada de socialistas. De otro modo, habría que clasificar también entre las instituciones socialistas a la Real Compañía de Comercio Marítimo, la Real Manufactura de Porcelanas, y hasta los sastres de compañía del ejército, sin olvidar la nacionalización de los prostíbulos propuesta muy en serio, allá por el año treinta y tantos, bajo Federico Guillermo III” (F. Engels - Del socialismo Utópico al Socialismo Científico, 1880).

Además dentro de ese estado aunque Chávez haya hecho el intento de crear un partido en su caso unificado, si de verdad fuera socialista sería único. Es una quimera, llena de contrarrevolucionarios trotskistas y socialdemócratas de todo tipo, su partido renuncia al marxismo-leninismo por dogmático y anticuado, y asume las ideas reaccionarias y pequeñoburguesas, anticientíficas que son verdaderamente, y así lo han demostrado, las ideas anticuadas y caducas. Entra en el juego de la burguesía y su circo electoral capitalista.
Nosotros siempre hemos apoyado a estos regímenes no por revolucionarios, pero sí por antiimperialistas. Pero el tiempo está demostrando, sobretodo en el caso de Ecuador, que si no se cambian los aspectos que hemos nombrado anteriormente, estos estados están condenados a virar más acentuadamente hacia la burguesía hasta convertirse en reaccionarios o que la contrarrevolución les pase por encima. Debemos ser críticos y no dejarnos llevar por falsas corrientes o modas, hay que denunciar el socialismo del siglo XXI ni más ni menos que como lo que es: es decir, una corriente de pensamiento pequeñoburgués y metafísico, cuya última meta es la de entorpecer el camino hacia la emancipación de la clase obrera. Este no es el camino para transformar la sociedad, si es verdad eso que ellos mismos predican, el que están por dicha transformación y no por coleccionar polillas apoltronados en el sillón de turno.


RECONSTRUCCIÓN COMUNISTA
JUNIO 2012

                  

viernes, junio 15, 2012

LA TEORIA Y LA PRÁCTICA DE LA REVOLUCIÓN (3ª Parte)

Intentando hacer pasar a los países del llamado «segundo mundo», constituido en su
mayor parte por países capitalistas y neocolonialistas, que forman la principal base de
apoyo de las dos superponencias, como aliados del «tercer mundo» en la pretendida
lucha contra el imperialismo, norteamericano y el social imperialismo soviético, la
teoría de los «tres mundos» muestra claramente su carácter antirrevolucionario y pseudo
antiimperialista.
Esta es una «teoría» antirrevolucionaria, porque al proletariado europeo, japonés,
canadiense etc., que debe luchar contra la burguesía monopolista y el sistema explotador
en el poder en los países del «segundo mundo», se le predica la paz social, la
colaboración con la burguesía, por consiguiente la renuncia a la revolución, porque esto
es supuestamente lo que exigen los intereses de la defensa de la independencia nacional
y la lucha en particular contra el social imperialismo soviético.
Esta también es una teoría pseudo antiimperialista, porque justifica y apoya la política
neocolonialista y explotadora de las potencias imperialistas del «segundo mundo» y
llama a los pueblos de Asia, África y América Latina a no oponerse a esta política,
supuestamente en aras de la lucha contra las superpotencias. Así se debilita y se sabotea,
de hecho, la lucha antiimperialista y antisocialimperialista tanto de los pueblos del
llamado «tercer mundo» como de los del pretendido «segundo mundo».
La estrategia revolucionaria pone en el centro la revolución. «La estrategia y la táctica
del leninismo - escribía Stalin - es la ciencia de la dirección de la lucha revolucionaria
del proletariado» (.J. V. Stalin, Obras t. VI Pág. 155. ed. albanesa).
La estrategia leninista considera la revolución proletaria mundial como un proceso
único constituido por algunas grandes corrientes revolucionarias de nuestra época, en
cuyo centro se encuentra el proletariado internacional.
Este proceso revolucionario se desarrolla ininterrumpidamente en los países que
marchan por el camino del socialismo auténtico, como lucha irreconciliable y aguda
entre los dos caminos: socialista y capitalista, para asegurar la victoria completa y
definitiva del primero sobre el segundo, para cerrar el paso a todo peligro de retroceso
por medio de la violencia contrarrevolucionaria y la agresión imperialista o bien a través
de la degeneración pacífica burguesa-revisionista. Los revolucionarios y los pueblos del
mundo entero siguen con vivo interés esta lucha, considerándola como una cuestión
vital para la causa de la revolución y del socialismo en todo el mundo. Ellos dan a los
países socialistas todo su apoyo y respaldo sin reservas contra toda tentativa del
imperialismo hacia estos países, porque en los países socialistas ven una base y un
poderoso centro de la revolución, ven la realización en la práctica de los ideales por los
cuales también luchan. Las ideas de Lenin sobre la necesidad y la importancia de primer
orden de la ayuda y el respaldo del proletariado internacional al país donde ha triunfado
la revolución socialista, son inmortales. Pero se debe entender siempre que se trata de
un auténtico país socialista, que aplica con la mayor rigurosidad las enseñanzas
revolucionarias del marxismo-leninismo y se atiene consecuentemente al
internacionalismo proletario. Al contrario, si se convierte en un país capitalista, llevando
simplemente una engañosa máscara «socialista» entonces tal país no debe ser apoyado.
Los revolucionarios y los pueblos saben que los éxitos que obtienen los países
socialistas y la lucha que llevan a cabo, golpean y debilitan al imperialismo, a la
burguesía y a la reacción internacional, y constituyen una ayuda y respaldo directos a la
lucha revolucionaria y de liberación de los trabajadores y los pueblos.
Lenin y Stalin siempre han considerado que la tarea revolucionaria del proletariado de
un país socialista no sólo es la de realizar todos los esfuerzos por desarrollar el
socialismo en su país, sino también la de respaldar en todos los aspectos al movimiento
revolucionario y de liberación en los otros países.
«Lenin nunca ha considerado la República de los Soviets como un objetivo en sí, -
escribía J. Stalin- Siempre lo ha considerado como un eslabón indispensable para el
fortalecimiento del movimiento revolucionario en los países del Oeste y del Este; como
un eslabón indispensable para facilitar la victoria de los trabajadores de todo el mundo
sobre el capital. Lenin sabía que sólo tal comprensión es justa, no sólo desde el punto de
vista internacional, sino también desde el punto de vista de la salvaguardia de la propia
República de los Soviets. » (J. V. Stalin. Obras, t. VI, Pág. 52, ed. albanesa).
Precisamente por esta razón, un verdadero país socialista no puede considerarse como
parte de agrupaciones tales como los llamados «tercer mundo» o «países no alineados»
donde se han borrado toda suerte de fronteras de clases y que sólo sirven para alejar a
los pueblos del camino de la lucha contra el imperialismo y de la revolución.
Únicamente las fuerzas revolucionarias amantes de la libertad y progresistas, el
movimiento revolucionario de la clase obrera y el movimiento antiimperialista de los
pueblos y las naciones oprimidos pueden ser verdaderos y seguros aliados de los países
socialistas. Por eso predicar la división en «tres mundos», ignorar las contradicciones
fundamentales de nuestra época, invitar al proletariado a aliarse con la burguesía
monopolista, y a los pueblos oprimidos con las potencias imperialistas del llamado
«segundo mundo», no está ni en interés del proletariado internacional, ni en interés de
los pueblos o de los países socialistas, esto es antileninistas. J. Stalin señalaba: «No
puedo imaginar un caso en que los intereses de nuestra República Soviética hubieran
 exigido de nuestros partidos hermanos desviaciones hacia la derecha. ( ... ) No puedo
imaginar como los intereses de nuestra república, que es la base del movimiento

proletario revolucionario en el mundo entero, no pudieran exigir el máximo de lucha y
de la actividad política de los obreros del Occidente, sino la disminución de esta
actividad, la extinción del revisionismo.» (J. V. Stalin, Obras, t. VIII, Pág. 111, ed.
albanesa).
En las metrópolis del capitalismo el proceso de la revolución proletaria mundial se
encarna hoy en las luchas de clase siempre en ascenso del proletariado y de las demás
capas trabajadoras y progresistas contra la explotación y la opresión burguesa, contra
los intentos de la burguesía de descargar el peso de la actual crisis del sistema capitalista
mundial sobre los trabajadores, contra la resurrección del fascismo de una u otra forma,
etc. Las amplias masas trabajadoras con el proletariado a la cabeza son cada día más
conscientes de que la revolución socialista y la instauración de la dictadura del
proletariado son la única alternativa para salvarse de las crisis y de las otras plagas del
capitalismo, para salvarse de la explotación burguesa, la violencia fascista y las guerras
imperialistas. La vida y los hechos han confirmado que ni la burguesía, ni sus lacayos
abiertos o enmascarados, desde los socialdemócratas hasta los revisionistas
contemporáneos pueden detener el aumento de la ola de la lucha revolucionaria de las
masas. «La actual lucha del proletariado mundial, - señaló el camarada Enver Hoxha en
el VII Congreso del PTA, - confirma nuevamente la tesis fundamental del marxismoleninismo
de que, en el mundo burgués y revisionista, la clase obrera y su lucha

revolucionaria no pueden ser vencidas ni con la violencia ni con la demagogia». (Enver
Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, Págs. 186-187, ed. albanesa).
Las condiciones objetivas se hacen cada día más favorables para la revolución en los
países Capitalistas desarrollados. En estos países la revolución proletaria es hoy un
problema planteado a resolver. Con razón, los partidos marxista-leninistas, que han
tomado en sus manos la bandera de la revolución, traicionada y abandonada por los
revisionistas, se han planteado la tarea de preparar al proletariado y a sus aliados para
las futuras batallas revolucionarias por el derrocamiento del régimen burgués, y han
emprendido seriamente el trabajo para realizar este objetivo. Justa lucha revolucionaria,
que golpea al sistema capitalista e imperialista mundial en sus principales bastiones,
goza y debe gozar del total apoyo de los países socialistas auténticos y de los pueblos
revolucionarios y amantes de la libertad del mundo entero. Pero hoy los revisionistas
contemporáneos, los partidarios de la teoría de los «tres mundos» y los teóricos del «no
alineamiento», guardando silencio sobre la revolución y su preparación, de hecho se
esfuerzan por sabotearla y mantener el statu quo del régimen capitalista.
Intentando desviar la atención del proletariado de la revolución los autores de la teoría
de los «tres mundos» predican que en la actual época se ha puesto en primer plano la
cuestión de la salvaguardia de la independencia nacional del peligro de la agresión de
las superpotencias, especialmente del socialimperialismo soviético, que es considerado
por ellos como su enemigo principal. La cuestión de definir quién es el enemigo
principal a escala internacional en un momento dado, reviste gran importancia para el
movimiento revolucionario.
Nuestro Partido, teniendo en cuenta el desarrollo de los acontecimientos, el análisis de
clase de la actual situación, subraya que «el imperialismo norteamericano y el
socialimperialismo soviético, estas dos superpotencias, son hoy los principales y los
más peligrosos enemigos de los pueblos, como tales, constituyen el mismo peligro»,
(Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, Pág. 219, ed. albanesa).
El socialimperialismo soviético es un imperialismo feroz, agresivo, sediento de
expansión, que sigue una política típicamente colonialista y neocolonialista, que se
apoya en la fuerza del capital y de las armas. Este nuevo imperialismo, en rivalidad con
el imperialismo norteamericano, pugna por ocupar posiciones estratégicas y por clavar
sus garras en todas las zonas y en todos los continentes. Se destaca como bombero de la
revolución y opresor de la lucha de liberación de los pueblos. Pero esto no significa en
absoluto que el otro enemigo de los pueblos del mundo entero, el imperialismo
norteamericano, sea menos peligroso, como pretenden los sostenedores de la teoría de
los «tres mundos», Estos, deformando la verdad y engañando a los pueblos, dicen que el
imperialismo norteamericano ha dejado de ser belicista, que supuestamente se ha
debilitado y está en decadencia, que se ha convertido en «un ratón miedoso», en una
palabra, que el imperialismo norteamericano está convirtiéndose en pacífico. Incluso se
ha llegado hasta el punto de justificar y considerar como factor defensivo la presencia
militar norteamericana en diversos países, como en Alemania, Bélgica e Italia, en Japón
y en otros países. Tales puntos de vista son extremadamente peligrosos para la libertad
de los pueblos, para los destinos de la revolución. Tales tesis hacen nacer ilusiones
sobre la naturaleza agresiva, hegemónica y expansionista tanto del imperialismo
norteamericano como del socialimperialismo soviético.
La tarea que se les plantea al proletariado y a la revolución proletaria es la de derribar
todo imperialismo y de manera particular las dos superpotencias imperialistas. Cada
imperialismo, por su propia naturaleza, es siempre feroz enemigo de la revolución
proletaria, por eso la clasificación de los imperialistas en más o menos peligrosos, desde
el punto de vista estratégico de la revolución mundial, es errónea. La práctica ha
confirmado que las dos superpotencias representan en la misma medida y en el mismo
nivel, el principal enemigo para el socialismo, para la libertad y la independencia de las
naciones, la mayor fuerza defensiva de los sistemas explotadores, el peligro directo de
que la humanidad se vea lanzada a una tercera guerra mundial. Ignorar esta gran verdad,
subestimar el peligro que representa una u otra superpotencia y, aún peor, llamar a
unirse con una superpotencia contra la otra, es de catastróficas consecuencias Y
conlleva grandes peligros para el futuro de la revolución y de la libertad de los pueblos.
Naturalmente ocurre y puede ocurrir que uno u otro país sea oprimido o amenazado
directamente por una de las superpotencias, pero eso de ninguna manera y en ningún
caso significa que la otra superpotencial no constituya peligro para aquel país y menos
aún que se haya convertido en una amiga del mismo. El principio según el que «el
enemigo de mi enemigo es mi amigo» no puede ser aplicado cuando se trata de ambas
superpotencias imperialistas de la Unión Soviética y de los Estados Unidos de América.
Estas dos superpotencias luchan por todos los medios contra la revolución y el
socialismo, hacen todos los esfuerzos por que la revolución y el socialismo sean
saboteados y ahogados en sangre. Ambas superpotencias pugnan por extender su
dominación y explotación sobre diversos pueblos y países. La experiencia demuestra
que ellas arremeten violentamente a veces en una zona y a veces en otra para extender
sus garras asesinas sobre los pueblos y se lanzan furiosamente al ataque para suplantarse
mutuamente. Tan pronto el pueblo de un país logra liberarse de la dominación de una de
las superponencias, inmediatamente llega la otra. El Medio Oriente y África lo
confirman perfectamente.
La otra gran corriente de la revolución mundial en nuestro tiempo es el movimiento de
liberación nacional de los pueblos, que está dirigido contra el imperialismo, el
neocolonialismo y los residuos coloniales. Los marxista-leninistas, el proletariado
mundial son plenamente solidarios con el movimiento de liberación nacional de los
pueblos oprimidos y le prestan todo su respaldo, considerándolo como un factor
sumamente importante e insustituible en el desenvolvimiento del proceso revolucionario
mundial. El Partido del Trabajo de Albania siempre ha estado y está del lado de los
pueblos que luchan por la libertad y la independencia nacional. «Estamos por la unidad
del proletariado mundial y de todas las auténticas fuerzas antiimperialistas y
progresistas, los cuales con su lucha frustrarán los planes agresivos de los imperialistas
y socialimperialistas belicistas. El Partido del Trabajo de Albania y el pueblo
albanés, consecuentes con su línea marxista-leninista ( ... ) también en el futuro no
escatimarán sus fuerzas y lucharán junto con todos los otros pueblos antiimperialistas y
antisocialimperialistas, con todos los partidos marxista-leninistas, con todos los
revolucionarios y el proletariado mundial, con todos los hombres progresistas, para
hacer fracasar los planes y las maniobras de los enemigos, por el triunfo de la causa de
la libertad y de la seguridad de los pueblos. Nuestro país estará en todo momento del
lado de todos los pueblos, cuya libertad e independencia son amenazadas y cuyos
derechos son violados». Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA. Pág. 228,
ed. albanesa).
El camarada Enver Hoxha expresó esta firme actitud, en nombre del Partido y del
Estado albanés, también en su discurso pronunciado ante la Asamblea Popular con
ocasión de la aprobación de nuestra nueva Constitución. «La mayoría de los pueblos del
mundo -declaró- hoy despliegan grandes esfuerzos y se oponen enérgicamente a las
leyes coloniales y a la dominación neocolonialista, a aquellas reglas, prácticas, hábitos,
acuerdos desiguales, viejos y nuevos, que la burguesía ha establecido para conservar la
explotación de los pueblos, las abominables diferencias y discriminaciones en las
relaciones internacionales.( ... ) Los pueblos progresistas y los Estados democráticos
que no se conforman con esta situación y luchan para establecer la soberanía nacional
sobre sus recursos, que luchan por el fortalecimiento de la independencia política y
económica, por la igualdad y la justicia en las relaciones internacionales, gozan de la
total solidaridad y respaldo del pueblo y del Estado albaneses». (Del discurso
pronunciado ante la Asamblea Popular, 27 de diciembre de 1976).
Los marxista-leninistas, desde el tiempo de Lenin, siempre han considerado la lucha de
liberación nacional de los pueblos y las naciones oprimidos por el imperialismo como la
poderosa aliada y gran reserva de la revolución proletaria mundial.
En los países que han conquistado total o parcialmente la independencia política, la
revolución se encuentra en distintas etapas de desarrollo y no se le plantean las mismas
tareas. Existen entre ellos países que se encuentran en vísperas de la revolución
proletaria, mientras que en muchos otros, están a la orden del día las tareas de la
revolución nacional, democrática, antiimperialista. Pero en todo caso, mientras esta
revolución esté dirigida también contra la burguesía internacional, contra el
imperialismo, es aliada y reserva de la revolución proletaria mundial.
Pero, ¿acaso esto significa que tales países deben permanecer en la fase nacionaldemocrática
de la revolución y que los revolucionarios no deben hablar de la revolución
socialista y prepararse para ella por miedo de superar y quemar las etapas y de que
alguien pueda tratarles de blanquistas? Lenin se ha referido a la necesidad de
transformar la revolución democrático-burguesa en revolución socialista en los países
coloniales desde la época en que en estos países las revoluciones democrático-burguesas
todavía se encontraban en embrión. Marx y Engels, al criticar al blanquismo, no
consideraron prematuras, ni la revolución de 1848 ni la Comuna de París. El marxismoleninismo
no confunde en absoluto la impaciencia pequeñoburguesa que conduce a
quemar las etapas, con la necesidad del desarrollo interrumpido de la revolución.
Lenin señalaba que la revolución en los países coloniales y dependientes debe ser
llevada adelante. Desde el tiempo de Lenin, en estos países se han operado grandes
cambios, que él había previsto de manera genial y que había tratado en sus tesis sobre el
proceso revolucionario mundial. La realización de la revolución proletaria es una ley
general y la principal tendencia de nuestra época. Por ella deben pasar y pasarán
necesariamente todos los países sin excepción, incluyendo también Indonesia y Chile,
Brasil y Zaire, etc., independientemente de las etapas por los que tengan que pasar para
llegar a la revolución proletaria. No tener en cuenta este objetivo, predicar la
conservación del statu quo y teorizar sobre la necesidad de «no quemar las etapas»,
olvidar la lucha contra Suharto y Pinochet, Geisel y Mobutu, significa no estar ni por la
lucha de liberación nacional ni por la revolución nacional democrática.
Por la revolución proletaria debe pasar y pasará también Europa. Quien olvide esta
perspectiva, quien no se prepare para ese fin, sino que predica que la revolución se ha
desplazado hacia Asia y África y que el proletariado europeo debe «unirse con su
burguesía prudente y buena» bajo el pretexto de salvaguardar la independencia nacional,
se mantiene en posiciones antileninistas y no está ni por la defensa de la Patria, ni por la
libertad de la nación. Quien «olvida que debe combatir tanto al Tratado de Varsovia,
como a la OTAN, que debe ser echado por tierra tanto el CAME como el Mercado
Común, se coloca por si mismo al lado de todos estos y se convierte en su esclavo.
En el Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels han escrito: «Un fantasma
recorre Europa, el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa ( ... )
se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma». Esta constatación de Marx y
Engels es actual también en nuestros días. La derrota temporal que ha sufrido la
revolución debido a la traición revisionista, así como el potencial económico y la
opresiva potencia militar que el imperialismo y el socialimperialismo oponen al
movimiento revolucionario y a las ideas del comunismo, no han podido ni jamás podrán
modificar el curso de la historia; ni doblegar la gran fuerza del marxismo-leninismo.
El marxismo-leninismo es la ideología revolucionaria que ha penetrado profundamente
en la conciencia del proletariado y que ejerce una influencia cada vez mayor entre las
amplias masas de los pueblos que buscan su liberación. Tan fuerte es la influencia de
esta teoría, que también los ideólogos burgueses se han visto siempre obligados a contar
con ella y nunca han cesado sus esfuerzos en busca formas y maneras para deformar el
marxismo-leninismo, para minar la revolución.
Las actuales teorías antileninistas sobre los «tres mundos», sobre el «no alineamiento»
etc., también tienen como objetivo minar la revolución, sofocar la lucha contra el
imperialismo, contra el norteamericano en particular, dividir el movimiento marxistaleninista,
la unidad del proletariado que han preconizado Marx y Lenin, crear todo tipo
de agrupaciones de elementos antimarxistas, para combatir a los auténticos partidos
marxista-leninistas que se mantienen fieles al marxismo-leninismo, a la revolución.
Los intentos de analizar las situaciones de una forma supuestamente nueva, diferente de
la de Lenin y Stalin, de cambiar la estrategia revolucionaria a la que siempre se ha
atenido el movimiento comunista marxista-leninista, conducen a un camino erróneo,
antimarxista, al abandono de la lucha contra el imperialismo y el revisionismo. La
fidelidad al marxismo-leninismo, a la estrategia revolucionaria del movimiento
marxista-leninista, la lucha contra todas las desviaciones oportunistas que propagan los
revisionistas contemporáneos de toda calaña, la movilización revolucionaria de la clase
obrera y de los pueblos contra la burguesía y el imperialismo, la seria preparación para
la revolución, son el único camino justo, el único camino que conduce a la victoria.

Comité Central del Partido del Trabajo de Albania

7 de julio de 1977

jueves, junio 14, 2012

Procesos de Paz: El caso del norte de Irlanda y sus enseñanzas para Euskal Herria

Por KIMETZ

James Connolly, revolucionario marxista irlandés en enero de 1897: “Si mañana echáis al ejército inglés e izáis la bandera verde sobre el Castillo de Dublín, a menos que emprendáis la organización de una república socialista todos vuestros esfuerzos habrán sido en vano. Inglaterra todavía os dominará”.
Más de un siglo después, Connolly anduvo acertado. Esa república socia-lista dista hoy mucho de ser una realidad. Pero algo no sucedió: Algunos de sus compatriotas no izaron la bandera irlandesa. Y no, tampoco echaron al ejército. Se le apartó, más bien, a un segundo plano, latente. La Union Jack sigue ondeando en las instituciones del norte de Irlanda y más allá del mero símbolo imperialista que representa, la continuidad colonial británica es una realidad en toda la estructura de los 6 condados.Desde que se firmara el Acuerdo de Viernes Santo (AVS) en abril del '98 entre, Sinn Féin, gobierno irlandés y británico, principales partidos social-demócrata y unionista del norte y el gran demócrata George Mitchell, la frase que más caló en el actual movimiento republicano fue la de “que todo cambie, para que nada cambie”. Para poder resolver favorablemente la confrontación con el Sinn Féin, se hizo uso de una vieja herramienta conci-liadora: el proceso de paz. Tras ello, nada cambió, los capitalistas irlande-ses e ingleses continuaron con sus métodos: apartheid social y político, anulación de derechos y represión para acallar y suprimir las aspiraciones sociales y nacionales. Todo ello decorado y redecorado, con las palabras paz, diálogo e instituciones.
El Estado Británico conocía el terreno político en el que se movía el repu-blicanismo, donde no existía unanimidad a la hora de afrontar los métodos de lucha, centrado exclusivamente en la línea militarista, que abrió la senda al reformismo. Las brechas abiertas condujeron al elemento mas reacciona-rio de los provisionales, el SF, a delegar dicha lucha en una línea parla-mentarista, arrastrando a la mayor parte de la organización armada e intro-duciéndose en el marco legal que determinó la corona, arropándose en el delantal del carnicero. El SF no otorgó a las aspiraciones de la clase obrera el lugar que se merecían, encargándose durante años de sumir dichas aspi-raciones en un mar de dudas nacionalistas, para que la mayoría de la clase trabajadora no discerniera con claridad de que sin la destrucción del capita-lismo y el imperialismo Irlanda jamás sería libre.
Pactando con Blair lograban dos cosas: 1) Un minucioso lavado de cara de la represión social existente en el norte, para mostrar a la población como las condiciones habían cambiado aparentemente y poder allanar su camino hacia la conquista de la vida política gracias al apoyo coartado de sus ba-ses. Y 2) Sentenciar la división del movimiento provisional republicano, distanciándose del movimiento revolucionario y popular, echando sobre las espaldas de la mal llamada “disidencia”, todo el peso de la represión. Re-sultado: Sus intereses de clase quedaban blindados y liquidaban la lucha armada, ya que el desarme de la clase trabajadora fue la primera orden de las burguesías con quienes pactaron.El SF, quien se ha mostrado resuelto administrando el dominio británico en la isla, quiso destruir el movimiento republicano revolucionario; en vano. De la militancia de su propio seno nacieron otras organizaciones: Republi-can Sinn Féin en 1986, 32 County Sovereignity Movement, quien recuer-da: “La aceptación de los principios Mitchell iba contra el propio espíritu del IRA, por lo que una significativa parte de la cúpula se retiró para reor-ganizarlo”, o Éirígí fundado en 2006 fruto del hartazgo del AVS. En la lí-nea política opuesta a la ocupación británica también están el Republican Network for Unity y el Irsih Republican Socialist Party vinculado al Irish Natioanl Liberation Army, INLA, que declaró un alto el fuego permanente en 2008.
Hay 65 presos y presas políticas republicanas en las cárceles irlandesas de Portlaoise y Maghaberry, en Lituania y en el Estado Francés. Entre ellos: Marian Price (enferma, en aislamiento la mayor parte del año), Gerry McGeough (enfermo), Brian Shivers (enfermo), Brian Shavers (gravemente enfermo), McGeough y Mac Adam, perseguidos por activida-des en los '80 o Lurgan Martin Corey, casos en los que algunos fueron ex-carcelados tras los AVS y encarcelados denuevo acusados de “actividades políticas que constituyen peligro público”. El Acuerdo imponía retorno a prisión de todo ex-preso atenido a beneficios individuales, que tras su sali-da realizara políticas republicanas “disidentes”. Los presos son sometidos a desnudos integrales en sus celdas, apaleados cuando se resisten y castiga-dos durante días sin salir del chabolo. Están protagonizado huelgas de su-ciedad, sobretodo en la cárcel de Maghaberry, 31 años después de la trági-ca muerte de diez voluntarios del IRA y el INLA en los H-Blocks, quienes, tras esas mismas huelgas de suciedad, iniciaron una huelga de hambre por alcanzar el estatus de presos políticos contra la política vengativa del esta-do británico y de sus cómplices, que se teme pueda volver a ocurrir.
La actividad militar republicana no es el problema, sino una consecuencia. Los problemas para el pueblo, los ha ratificado el AVS: emigración, injus-ticia, capitalismo, discriminación y sectarismo unionista, siguen siendo la pesadilla de las comunidades. “Todo había cambiado para que nada cam-bie”. Ni uno de los objetivos históricos del movimiento ha sido alcanzado por los acuerdos del '98, ni la independencia, ni por supuesto el socialismo. La policía paramilitar, el PSNI, sigue protegiendo al Estado y sus intereses, ya que es una fuerza inherentemente política que debe defender la autori-dad y legitimidad británica. El ejército británico cuenta todavía con 5000 efectivos en el norte, además de unidades de la Fuerza Real y la Marina. El MI5, servicios secretos, cuentan con 400 efectivos estimados.
El Estado teme al movimiento republicano no sólo porque es coherente, sino porque no hay manera de acomodarlo en sus instituciones. Los repu-blicanos no pueden y no se comprometerán frente a instituciones de la co-rona británica, ni frente a los que no tienen ningún derecho a reclamarse legítimamente republicanos.

miércoles, junio 13, 2012

LA TEORIA Y LA PRÁCTICA DE LA REVOLUCIÓN (2ª Parte)

Mientras que los pregoneros de la tesis del «tercer mundo» califican de movimiento de
liberación, e inclusive de «principal fuerza en la lucha contra el imperialismo», hasta los
regateos del rey de Arabia Saudita o del Sha de Irán con los monopolios petroleros de
los EE,UU., sus transacciones con el Pentágono para la compra de armas por miles de
millones de dólares. Según esta lógica, resultaría que los jeques del petróleo, que
depositan sus petrodólares en los bancos de Wall Street o de la City serían combatientes
contra el imperialismo y sostenedores de la guerra popular dirigida contra la dominación
imperialista y que los imperialistas norteamericanos que venden armas a los regímenes
reaccionarios y opresores de los mencionados jeques, se las suministrarían a las
«fuerzas patrióticas» que luchan para expulsar a los imperialistas de las «arenas de oro»
de Arabia y Persia.
Los hechos confirman que en la actualidad, también la revolución de liberación
antiimperialista y democrática puede desarrollarse consecuentemente y ser llevada hasta
el fin sólo si es dirigida por el proletariado, con su partido a la cabeza. y en alianza con
las amplias masas del campesinado y las otras fuerzas antiimperialistas y patrióticas. Ya
en 1905, en su libro «Dos tácticas». Lenin argumentaba de manera profunda que en las
condiciones del imperialismo la particularidad de las revoluciones democráticoburguesas
es que la fuerza más interesada en llevar adelante estas revoluciones, no es la
burguesía que vacila y tiende a unirse con las fuerzas reaccionarias feudales contra el
ímpetu revolucionario de las masas, sino el proletariado, que considera la revolución
democrático-burguesa como etapa intermediaria para la transición a la revolución
socialista. Lo mismo se debe decir también de los movimientos de liberación nacional
de nuestra época. J. V. Stalin señalaba que
«después de la Revolución de Octubre comenzó la época de las revoluciones libertadoras en las colonias y en los países dependientes, la época del despertar del proletariado de esos países, la época de su hegemonía en la revolución.»   (J. V. Stalin, Obras, t. X, Págs. 237-238, ed. albanesa).
Estás enseñanzas leninistas adquieren en las condiciones actuales un particular valor e
importancia. Hoy en el mundo se ha profundizado y actúan con gran fuerza dos
tendencias, sobre las cuales ha llamado la atención Lenin, por un lado, la tendencia de
los monopolios capitalistas a abolir las fronteras nacionales y a internacionalizar la vida
económica y política; por el otro, la tendencia de distintos países a fortalecer la lucha
por la independencia nacional. Así, respecto a la primera tendencia, en muchos países
liberados del colonialismo, no sólo se conservan, sino que van fortaleciéndose y
ampliándose los lazos de la burguesía del país con el capital extranjero imperialista, a
través de múltiples formas neocolonialistas, tales como las compañías multinacionales,
las distintas integraciones económico-financieras, etc., etc. Esta burguesía, que ocupa
posiciones clave en la vida económica y política del país y que va creciendo, es una
fuerza pro-imperialista y enemiga del movimiento revolucionario y de liberación.
Respecto a la otra tendencia, la del fortalecimiento de la independencia nacional contra
el imperialismo en los países antaño coloniales, está ligada en primer lugar y
especialmente con el crecimiento del proletariado en estos países. Se están creando,
pues, condiciones cada vez más favorables para el vasto y consecuente desarrollo de las
revoluciones antiimperialistas y democráticas, para la dirección de las mismas por el
proletariado y, como consecuencia, para su paso a una fase superior, a la lucha por el
socialismo.
Los marxista-leninistas no confunden las aspiraciones; y los fervientes anhelos de
liberación revolucionarios y socialistas de los pueblos y del proletariado de los países
del llamado «tercer mundo» con los fines y la política de la burguesía vacilante y
opresora de estos países. Saben que en los países de Asia, África y America Latina, en
el seno de los pueblos, existen sanas corrientes progresistas, que con seguridad llevarán
adelante hasta la victoria su lucha revolucionaria.
Considerando globalmente el llamado «tercer mundo», como la fuerza principal de la
lucha contra el imperialismo y de la revolución, como hacen los partidarios de la teoría
de los «tres mundos», sin hacer ninguna distinción entre las auténticas fuerzas
antiimperialistas y revolucionarias y las fuerzas pro-imperialistas, reaccionarias y
fascistas que detentan el poder en una serie de países “en vías de desarrollo”, significa
alejarse de manera flagrante de las enseñanzas del marxismo-leninismo y predicar
puntos de vista típicamente oportunistas, causando confusión y desorientación entre las
fuerzas revolucionarias. En esencia, según la teoría de los «tres mundos» los pueblos de
dichos países no deben combatir, digamos, contra las dictaduras sanguinarias fascistas
de Geisel en Brasil y de Pinochet en Chile, de Suharto en Indonesia, del sha de Irán o
del rey de Jordania, etc., porque estas dictaduras son supuestamente parte integrante de
«la fuerza revolucionaria motriz que conduce adelante la rueda de la historia mundial».
Al contrario, según esta teoría, los pueblos y los revolucionarios deben, unirse con las
fuerzas y los regímenes reaccionarios del «tercer mundo» y apoyarlos, en otras palabras,
deben renunciar a la revolución.
El imperialismo norteamericano, los demás Estados capitalistas y el social imperialismo
soviético han atado a su carro con miles de hilos a las clases que dominan en los países
del llamado «tercer mundo« Estas clases, naturalmente, siendo dependientes de los
monopolios extranjeros, buscando prolongar su dominación sobre las amplias masas de
sus pueblos, trata de dar la impresión de que supuestamente forman un bloque de
Estados democráticos independientes que tiene como objetivo ejercer presiones sobre el
imperialismo norteamericano y el social imperialismo soviético y, supuestamente,
impedir sus ingerencias en los asuntos internos.
Lenin indicaba a los partidos comunistas «la necesidad de explicar infatigablemente y
desenmascarar de continuo ante las grandes masas trabajadoras, de todos los países,
sobre todo los atrasados, el engaño que utilizan sistemáticamente las potencias
imperialistas, las cuales, bajo el aspecto de Estados políticamente independientes, crean
en realidad Estados desde todo punto de vista sojuzgados por ellos en el sentido
económico, financiero y militar», (V. I. Lenin, Obras, t. XXXI, Pág. 159, ed. albanesa).
El Partido del Trabajo de Albania se ha atenido y se atiene fielmente a estas inmortales
enseñanzas de Lenin.
«En lo que concierne a la valoración de la política que siguen diferentes gobiernos y países, -señalo el camarada Enver Hoxha en el VII Congreso del PTA- los marxistas parten, igualmente, del criterio clase y se basan en la actitud que estos gobiernos y países mantienen hacia el imperialismo y el socialismo, hacia su propio pueblo y la reacción. Sobre la base de estas enseñanzas, el movimiento revolucionario y el proletariado construyen su estrategia y su táctica, encuentran y se unen a sus verdaderos aliados en la lucha contra el imperialismo, la burguesía y la reacción. Las denominaciones «tercer mundo», «países no alineados» o «en vías de desarrollo» crean entre las amplias masas que luchan por la liberación nacional y social, la ilusión de que se ha encontrado un abrigo donde protegerse de la amenaza de las superpotencias. Ocultan la situación real de la mayoría de estos países, los cuales, de una u otro forma, están vinculados tanto a las superpotencias como a las antiguas metrópolis coloniales y dependen política, ideológica y económicamente de ellas». (Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, Pág. 104, ed. albanesa).
Las teorías actuales sobre los llamados «tercer mundo», «países no alineados» etc.,
tienden a frenar a la revolución y a defender al capitalismo de manera que este no sea
obstaculizado en el ejercicio de su hegemonía, sino que pueda practicar algunas formas
de dominación un poco más aceptables por los pueblos. El llamado «tercer mundo» y el
«mundo de los no alineados», independientemente de las diferentes denominaciones, se
parecen el uno al otro como dos gotas de agua, se guían por la misma política e
ideología, ambos grupos se entrelazan hasta el punto que es difícil distinguir qué países
pertenecen al «tercer mundo» y qué es lo que les diferencia de los «no alineados», y qué
Estados pertenecen a los «no alineados» y qué les diferencia de los del «tercer mundo».
Se hacen esfuerzos por crear otra agrupación, llamada de los «países en vías de
desarrollo», donde se meten en el mismo saco tanto a los países del «tercer mundo»
como a los «no alineados». Asimismo los autores de esta teoría encubren las
contradicciones de clase, preconizan el statu quo, para que el imperialismo, el social
imperialismo y otras potencias imperialistas no sufran ningún perjuicio a condición de
dar sus limosnas a los «países en vías de desarrollo», para levantar su economía. Según
ellos, las grandes potencias deben hacer algunos «sacrificios», dar algo para los
hambrientos, para que también estos puedan sobrevivir y no se rebelen. Así se
encontrará, dicen ellos, un término medio, se establecerá «un nuevo orden
internacional», en el que todos, ricos y pobres, explotadores y explotados, vivirán «sin
guerras», «sin armamentos», «en unidad»,«en la paz de clases», en la coexistencia a lo
Jruschov.
Precisamente porque, estas tres «invenciones» tienen un contenido y objetivos
idénticos, se observa que los «leaderships» de los «países no alineados», del «tercer
mundo» y del «mundo de los países en vías de desarrollo» están en plena armonía entre
ellos. Ellos, todos juntos con sus teorías y prédicas, engañan a las masas, al proletariado,
a los pueblos para alejarlos de la lucha revolucionaria.
La teoría de los «tres mundos» lejos de tener en cuenta la contradicción entre los dos
sistemas sociales Opuestos: el socialismo y el capitalismo, así como la gran
contradicción entre el trabajo y el capital, tampoco analiza la otra gran contradicción,
entre los pueblos oprimidos y el imperialismo mundial, reduciéndola únicamente a
contradicción con las dos superpotencias, incluso principalmente con una de ellas. Esta
«teoría» ignora totalmente la contradicción entre los pueblos y naciones oprimidos y las
demás potencias imperialistas. Aún más, los partidarios de la teoría de los «tres
mundos» llaman a la alianza del «tercer mundo» con estos países imperialistas y con el
imperialismo norteamericano contra el social imperialismo soviético.
Uno de los argumentos que se utiliza para justificar la división del mundo, en tres, es
que supuestamente en la actualidad el campo imperialista que existía después de la
Segunda Guerra Mundial y donde el imperialismo norteamericano no compartía su
dominación se ha desintegrado y ha dejado de existir como resultado del desarrollo
desigual de los diversos imperialismos. Los sostenedores de esta «teoría» pretenden que
hoy no se puede hablar de un solo mundo imperialista, porque, por un lado, los países
imperialistas occidentales se han levantado contra el dominante norteamericano y, por el
otro, existe una aguda y creciente rivalidad entre las dos superpotencias imperialistas,
los EE.UU. y la Unión Soviética.
Que en la fase del imperialismo, como resultado del desarrollo desigual de los diversos
países capitalistas, existen y se profundizan sin cesar las contradicciones inter
imperialistas, surgen y se rompen, según las circunstancias dadas: alianzas, bloques y
agrupaciones inter imperialistas, es el abc del marxismo-leninismo. Este fenómeno
típico del imperialismo, que demuestra que el imperialismo, como la última fase del
capitalismo va cada día más hacia su putrefacción, ha sido argumentado ampliamente
por Lenin como una ley objetiva, pero ¿acaso esto significa que, como resultado de
estas contradicciones, el mundo imperialista como sistema social ha dejado de existir y
se ha dividido en varios mundos, que ha cambiado la naturaleza socio-económica de tal
o cual imperialismo? De ninguna manera. Los hechos actuales testimonian no la
descomposición del mundo imperialista, sino la existencia de un sistema imperialista
mundial único, que hoy se caracteriza por dos grandes bloques imperialistas:
por una parte, el bloque imperialista occidental, con el imperialismo norteamericano a la
cabeza, y cuyos instrumentos son los organismos inter imperialistas tales como la
OTAN, el Mercado Común Europeo, etc., y, por la otra, el bloque del Este, dominado
por el social imperialismo soviético, siendo el Tratado de Varsovia y el CAME
instrumentos de su política expansionista, hegemonista y belicista.
En el esquema de los «tres mundos», el llamado «segundo mundo» abarca a los países
imperialistas, capitalistas y revisionistas; que desde el punto de vista de su régimen
social no tienen ninguna diferencia esencial con las dos superpotencias ni con los
diversos países catalogados en el «tercer mundo». Es verdad que los países que integran
este «mundo» tienen contradicciones determinadas con las dos superpotencias, pero son
contradicciones de carácter inter imperialista, como lo son también las contradicciones
existentes entre las dos superpotencias. En primer lugar, se trata de contradicciones
relativas a la lucha por mercados, esferas de influencia y zonas de exportación de
capitales y de explotación de las riquezas de los demás, entre imperialismos tales como
el germano-occidental, japonés, inglés, francés, canadiense, etc., con una u otra
superpotencia, y también entre ellos mismos.
Ciertamente, estas contradicciones debilitan el sistema imperialista mundial y van en
interés de la lucha del proletariado y de los pueblos. Pero es antimarxista identificar las
contradicciones entre las diferentes potencias imperialistas y las dos superpotencias con
la lucha de las masas trabajadoras y de los pueblos contra el imperialismo, por su
destrucción.
No puede ocurrir de ninguna manera que los países del llamado «segundo mundo», en
otras palabras la gran burguesía monopolista que domina allí, se conviertan en aliados
de los pueblos y de las naciones oprimidos en la lucha contra los dos superpotencias y el
imperialismo mundial. La historia posterior a la Segunda Guerra Mundial muestra
claramente que esos países han apoyado y apoyan la política y los actos de agresión del
imperialismo norteamericano, como en Corea y Vietnam, Medio Oriente y África, etc.
Son ardientes defensores del neocolonialismo y del viejo sistema de desigualdad en las
relaciones económicas internacionales. Los aliados del social imperialismo soviético en
el «segundo mundo» participaron junto con él en la ocupación de Checoslovaquia y son
celosos sostenedores de su política de expansión y rapiña en diferentes zonas del
mundo. Los países del llamado «segundo mundo» son el principal apoyo económico y
militar de las alianzas agresivas y expansionistas de las dos superpotencias.
Los sostenedores de la teoría de los «tres mundos» pretenden que ella ofrece amplias
posibilidades para aprovechar las contradicciones inter imperialistas o las
contradicciones existentes en el campo enemigo deben ser aprovechadas, pero ¿cómo y
con qué fines? Es conforme a los principios que se las aproveche siempre en beneficio
de la revolución, en beneficio de los pueblos y de su libertad, en beneficio de la causa
del socialismo. Es conforme a los principios que la explotación de las contradicciones
existentes en las filas de los enemigos, conduzca al crecimiento y al fortalecimiento del
movimiento revolucionario y de liberación, y no al debilitamiento, que conduzca a una
movilización cada vez más activa de las fuerzas revolucionarias en la lucha contra los
enemigos sobre todo contra los principales, sin permitir la creación de ninguna ilusión
hacia ellos entre los pueblos.
El absolutizar las contradicciones inter imperialistas y subestimar la contradicción
fundamental, la contradicción entre la revolución y la contrarrevolución, el centrar toda
la estrategia únicamente en la explotación de las contradicciones existentes en el campo
enemigo y olvidar lo principal: el aumento del espíritu revolucionario y el desarrollo del
movimiento revolucionario de los trabajadores y de los pueblos, dejar de lado la
preparación de la revolución, todo esto está en total oposición con las enseñanzas del
marxismo-leninismo. Es antimarxista practicar, so pretexto de aprovechar las
contradicciones, la unión con los imperialistas supuestamente más débiles para oponerse
al más fuerte, colocarse al lado de la burguesía propia para oponerse a la de otro país.
Lenin señalaba que la táctica consistente en aprovechar las contradicciones en las filas
de los enemigos debe ser utilizada para elevar y no para bajar el nivel general de la
conciencia proletaria, el espíritu revolucionario, la aptitud de las masas de luchar y
conquistar la victoria, (Véase Lenin. Obras, t. XXXI, Págs., 69-70, ed. albanesa).
El Partido del Trabajo de Albania se ha atenido y se atiene siempre consecuentemente a
estas inmortales enseñanzas leninistas.
«En estos momentos de gran crisis del imperialismo y del revisionismo contemporáneo, -ha dicho el camarada Enver Hoxha,- debemos intensificar la lucha contra ellos, aprovechar como se debe, y correctamente a nuestra favor, a favor de los Estados socialistas y de los pueblos que se levantan en la revolución, las grandes contradicciones entre los enemigos, desenmascararles sin cesar y no darnos por satisfechos ante las pretendidas concesiones o los gestos de moderación que los imperialistas y revisionistas se ven obligados a hacer, hasta que sea conjurado el peligro, para tomar después la revancha. Por eso, debemos mantener siempre nuestro hierro caliente y golpearles continuamente» (E. Hoxha, Informes y discursos, 1970-71, Págs. 460-461, ed.
albanesa).